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La situación política y social en Cuba a partir del 23 de febrero de 2010 marca un antes y un después.
Un gobierno no pueder dejar que un ciudadano muera por inanición y malos tratos en prisión.
La muerte de Orlando Zapata Tamayo ha dejado al régimen castrista sin justificación alguna para perpetuarse en el poder, ha roto el entramado de cambios en las relaciones internacionales (como la Posición Común) y muestra que los viejos revolucionarios van a morir matando.
Cualquier aportación para conseguir que Cuba no se convierta en un baño de sangre, será fundamental.
Yo apuesto por una transición pacífica a la democracia y la economía libre. A ello dedicaré estas reflexiones.

miércoles, 3 de marzo de 2010

¿Fin de ciclo político en Cuba a la vista?

Preso de sus propias contradicciones, el gobierno de Raúl Castro ha decidido actuar de la única forma que sabe en el caso Zapata, manipulando y distorsionando los acontecimientos, al responder a las críticas internacionales sobre la muerte del preso de conciencia Orlando Zapata.
Utilizando todos los medios a su disposición, la estrategia del gobierno comunista ha sido presentar a Zapata como un preso conflictivo, más próximo a la clasificación de los comunes que a los de conciencia o políticos, cuya existencia siguen negando en Cuba, a la vez que instrumentaliza las declaraciones de los médicos y personal sanitario involucrado en el suceso, e incluso las de la madre de Orlando Zapata.
El portavoz de la Comisión de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional (CCDHRN), el opositor Elizardo Sánchez, declaró a EFE ``no oculto mi asombro por el ensañamiento del Gobierno de Cuba con un hombre que ya falleció y todavía siguen tratando de lanzar fango sobre su memoria''.
Las tesis del programa televisivo vuelven sobre el mismo enfoque tradicional del castrismo frente a sus enemigos, ``la contrarrevolución se dedica a una campaña de difamación'' para ocultar las atenciones médicas que recibió Zapata antes de morir, a la vez que se volvió a insistir que el disidente, preso desde el 2003, fue atendido ``con todo el rigor médico''.
Otro en sumarse a la propaganda vejatoria ha sido Granma, portavoz del Partido Comunista de Cuba, que había publicado un artículo acusando a Zapata de ser un delincuente común que ``adoptó un perfil político cuando ya su biografía penal era extensa''.
Detrás de toda esta campaña, lo que se descubre es un Gobierno colérico, enfurecido, que reacciona con toda su capacidad mediática y control de la opinión pública en el país, a las graves críticas lanzadas a nivel internacional por la muerte de Zapata, a la vez que se contradice constantemente con los materiales divulgados, sobre todo por televisión, que ponen de manifiesto cómo en la isla se sigue espiando las conversaciones telefónicas, sin mandato judicial, y que las autoridades eran conscientes de un desenlace fatal en la vida del disidente preso.
Creo, sinceramente, que el régimen castrista muestra signos más que evidentes de preocupación y alarma por los acontecimientos. Raúl Castro es incapaz de arrastrar la simpatía internacional que tenía su hermano, dedicado a reflexionar sobre cuestiones estratégicas desde el foro de Cubadebate y lanzando afirmaciones inverosímiles sobre que en “Cuba nunca se ha torturado a nadie”. Los acontecimientos les sobrepasan.
No es capaz de organizar con éxito una sola política, y la torpe reacción mediática en La Habana puede venir motivada por ruidos de sables o de pistolas que, una vez más, vuelven a poner encima de la mesa, la finalización del castrismo de una forma violenta, sin duda una de las peores salidas para el régimen. Pero la realidad es que el temor a una reacción violenta por determinados sectores del ejército, la seguridad del estado o la alta burocracia política contra los dos ancianos hermanos y su corte de poder gerontocrático, parece más real que nunca.
No en vano, el régimen ni se mueve. Conforme más presos políticos y disidentes anuncian nuevas huelgas de hambre, en la Habana nadie dice nada. La tentación por ocultar la grave situación política del país, y los riesgos de desestabilización del régimen, puede ser inútil. Muchos periodistas andan sueltos por la Isla con ganas de informar sobre los acontecimientos. Los rumores corren de boca en oído. La gente quiere saber. En los círculos de poder, dentro de las casas, en cualquier parte, la pregunta que se hacen muchos cubanos sigue siendo la misma: ¿por qué? ¿por qué?
Todo está apuntando a un fin de ciclo político en Cuba en el que la situación económica puede poner la puntilla definitiva si el plan de devolución de deuda anunciado no da un respiro al gobierno y a sus escasas finanzas. Algunos destacados disidentes confirman esta situación. ``Están preocupados. Todo se produce en un momento de grave crisis nacional (...) Están obligados a responder y buscar la justificación del enemigo externo'', dijo Oscar Espinosa, uno de los 75 disidentes condenados en el 2003, actualmente excarcelado por motivos de salud.
A nadie se le oculta que, de vez en cuando, a lo largo del último medio siglo, el castrismo se ha situado al borde del abismo, muy cerca de su desaparición violenta. Asistimos, en el momento actual, a una auténtica revolución de los disidentes y presos políticos contra el poder omnímodo de los Castro. Literalmente, han perdido el respeto y el miedo al poder encarnizado y violento del régimen. Se han abierto fisuras que va a ser muy difícil suturar con parches en un momento de grave crisis financiera y progresivo aislamiento internacional. Es por ello necesario que la Unión Europea no cambie la Posición Común y mantenga la presión sobre el régimen al nivel actual. Es más que suficiente. Si la sociedad cubana reacciona y decide poner fin al “statu quo” imperante, es posible que el proceso de transición esté más cerca de lo que imaginamos.

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