Los motivos de este Blog

La situación política y social en Cuba a partir del 23 de febrero de 2010 marca un antes y un después.
Un gobierno no pueder dejar que un ciudadano muera por inanición y malos tratos en prisión.
La muerte de Orlando Zapata Tamayo ha dejado al régimen castrista sin justificación alguna para perpetuarse en el poder, ha roto el entramado de cambios en las relaciones internacionales (como la Posición Común) y muestra que los viejos revolucionarios van a morir matando.
Cualquier aportación para conseguir que Cuba no se convierta en un baño de sangre, será fundamental.
Yo apuesto por una transición pacífica a la democracia y la economía libre. A ello dedicaré estas reflexiones.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Moratinos vuelve a la carga

No me cabe la menor duda. Tan pronto como sea posible, el ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, volverá a plantear en el seno de la Unión Europea su iniciativa de modificar la Posición Común. Otra cosa es que tenga éxito en ello.
Este es un empeño que, como consecuencia de la muerte en prisión de Orlando Zapata y el rechazo frontal de los países ex comunistas del Este, no se ha podido plantear durante la presidencia española de la Unión, pero en cualquier momento, puede volver. Por suerte, en Reino Unido, el gobierno liberal conservador tampoco va a ser muy favorable a adoptar una postura hacia la dictadura castrista como la que pretende Moratinos, por lo que no veo éxito a su objetivo. Pero no me cabe duda por sus continuas afirmaciones, y cada vez que tiene una oportunidad, que él cree que hay que suprimir la Posición Común, y establecer un nuevo marco de relaciones con el castrismo.
Así sucedió durante el almuerzo-coloquio organizado por el Foro ABC en Madrid, en el que Moratinos realizó una valoración muy positiva del proceso de diálogo abierto entre la jerarquía católica cubana y el gobierno de Raúl Castro, y confió en que dé frutos, afirmando a continuación que este modelo de relación es el que él propone para la Unión Europea.
El ministro Moratinos insistió una vez más en su tesis de que ``a través del diálogo se consiguen cosas, no a través del aislamiento, la confrontación y la elevación de la tensión'' y añadió ante los asistentes al Foro “que es preciso dejar que el régimen castrista tome las decisiones que estimen oportunas''.
En este análisis, el ministro Moratinos comete varios errores de concepto y de estrategia que debería corregir.
Primero, pensar que el diálogo es la solución para promover la transición a la democracia en Cuba es tan absurdo como lo contrario. Hasta ahora no ha ofrecido resultado alguno, y no cabe esperar que ocurra nada nuevo en el futuro. La apuesta por el diálogo con los que no quieren hablar es tan absurda como empeñarse en lo contrario. El desprecio que el régimen comunista de La Habana mantiene hacia los demócratas de todo el mundo es suficiente garantía para rechazar, desde cualquier perspectiva, una vía de diálogo con los enemigos de la libertad.
Segundo, cualquier eventual proceso de negociación europeo con el régimen castrista no puede adoptar el mismo marco que el utilizado por la Iglesia cubana. Precisamente, para establecer un marco de negociación adecuado con una dictadura que viola de forma sistemática los derechos humanos, las libertades y el pluralismo político, se creó la Posición Común, que es un texto que establece una agenda para que el régimen castrista sepa en qué dirección debe transitar para obtener el apoyo de la Unión Europea. Al dejar muy claro el escenario de actuación, la Posición Común evita huir del espacio de la interpretación y la negociación en corto, que bajo ningún concepto deben utilizar países democráticos frente a una dictadura comunista.
Tercero, el modelo de negociación de la Iglesia cubana, al menos hasta la fecha, es de carácter humanitario e interno. Su objetivo es salvar la vida de una serie de personas que el castrismo ha condenado a prisión de forma injusta, y que han decidido por medio de huelgas de hambre sacrificar sus vidas en defensa de la democracia y las libertades. Es una negociación puntual, muy importante, esto es incuestionable, pero que no se sitúa en el espacio de la arena política en el que se debe mover la Unión Europea con el régimen castrista.
Cuarto, por supuesto que se puede valorar de forma muy positiva cualquier acuerdo entre el régimen castrista y la Iglesia, en la medida que suponga mejorar las condiciones sanitarias de los presos, su acercamiento a las familias o el respeto a sus derechos humanos. Si ese acuerdo se lleva a la práctica en breve, estoy seguro que la Iglesia continuará trabajando para liberar a los alrededor de 200 presos políticos que hay en prisión.
Quinto, si el ministro Moratinos mantiene su empeño en que el gobierno socialista de España continúe ofreciendo una interlocución privilegiada a las autoridades cubanas, está en su derecho a hacerlo, pero desde aquí estoy convencido que no tardará mucho tiempo en tropezar con los intereses concretos de la Iglesia, y en particular, con el arzobispo de La Habana, el cardenal Jaime Ortega, que es el que está liderando la negociación. Es obvio. En todo proceso de estas características, en el que se miden posiciones antagónicas, tomar partido por una de las partes es conseguir de la otra el rechazo.
No existe un solo grupo de la oposición y la disidencia interna que abrace favorablemente la apuesta de Moratinos por cambiar la Posición Común. Tampoco existe ninguna organización en el exilio favorable a ello. Y no parece que en Europa se vaya a producir en las cancillerías un cambio de actitud hacia un régimen que es incapaz de entender el mensaje que se le traslada con firmeza y ética desde todo el mundo: que debe cambiar, que debe adoptar la democracia y las libertades cuanto antes. Los demócratas españoles y cubanos no podemos comprender que un ministro de un gobierno democrático, de un país democrático como España, pueda perseverar en el diálogo con dirigentes políticos cuyo único activo conocido es precisamente el desprecio al diálogo y la imposición por la fuerza de su criterio.
Al final, el ministro Moratinos se quedará en soledad luchando contra sus “molinos de viento”, convencido de que le asiste la verdad, e incapaz de conectar con todos los sectores que realmente quieren cambios en Cuba. Su apuesta por dar apoyo al castrismo es una vía muerta y estéril que, por desgracia, puede poner en peligro la estrategia general que a nivel mundial todos los países creen que es la más adecuada para que Cuba evolucione hacia la democracia y las libertades. Lo mejor es dejarle solo. No hacerle caso.

martes, 25 de mayo de 2010

Los jóvenes y la revolución castrista

Un artículo reciente en Granma, escrito por María Elena Alvarez, titulado “Creer en los jóvenes, una apuesta de siempre”, viene a señalar que en el “abecé de la Revolución cubana incluso antes de nacer, en su concepción misma como obra colectiva imposible de construir sin la participación real y consciente del pueblo y de esa protagonista sine qua non de todo cambio” se sitúa la juventud.
Lamento mucho tener que disentir de esta afirmación. No necesito hacer prueba alguna y me remito a los hechos. A dos, concretamente y muy recientes. De un lado, un brillante artículo de la economista disidente Marta Beatriz Roque publicado en Miscelánea de Cuba, en el que se pregunta cómo es posible que el régimen siga produciendo miles y miles de titulados universitarios para luego no ofrecerles posibilidades reales de desarrollo personal y profesional y sueldos miserables. De otro, no menos interesante, un video reportaje elaborado por Carlos Montaner, en el que se centra de forma específica en lo que libremente piensan los jóvenes cubanos de la contracultura, entre ellos,” Silvito el libre”, hijo del cantautor del mismo nombre, y renombrado defensor de un régimen que perece.
Y yo me pregunto, ¿cómo pueden los jóvenes cubanos apoyar a un régimen dirigido no ya por sus abuelos, sino por sus bisabuelos, si se tiene en cuenta el ritmo del cambio generacional en la Isla? Los costes sociales y políticos de una gerontocracia impuesta en forma de dictadura totalitaria, marxista y estalinista, son muy elevados para los más jóvenes, que aspiran por definición a espacios de libertad, de expresión, de pensamiento, de derechos humanos prohibidos y eliminados en la Cuba del régimen castrista.
La articulista de Granma justifica su defensa haciendo referencia expresa a experimentos diabólicos, como “los Cursos de Superación Integral”, a las “Brigadas Juveniles de Trabajo Revolucionario (BJTR)” o a la “escuela al campo”. Por suerte, muchas de estas “locuras” revolucionarias ya extinguidas por el agotamiento del régimen.
La obsesión personal de Fidel Castro, entonces un joven de 32 años, por controlar al sector más dinámico de la sociedad, empezó bien pronto con la revolución. En su “convocatoria el 27 de mayo de 1960 solicitó ¿Qué hacer con los jóvenes que la Revolución halló sin estudios ni un trabajo fijo? Había quienes los tildaban de marginales, "carne de presidio", un peligro potencial, y quizá lo más fácil hubiese sido dejar que la vida siguiera su curso y, cada cual, su camino”.
Otra de las falacias de la propaganda del castrismo que no se sostienen con el paso de los años. A finales de los años 50, superadas las dificultades financieras de los ciclos azucareros, la economía cubana creciendo a buen ritmo, se acercaba a los niveles de pleno empleo existentes en los países más avanzados del mundo en aquella época. Los niveles de renta, con una adecuada distribución social, eran tres veces y media superiores a los actuales, 51 años después. Todo ello situaba a Cuba como una de las economías más dinámicas y florecientes de América Latina, y posiblemente del mundo, una realidad que el castrismo ha querido destruir con su propaganda engañosa.
Tal vez lo que hay que decir abiertamente es que la “revolución” castrista destrozó un sistema que funcionaba razonablemente bien (hasta el punto de que más de medio millón de italianos y españoles solicitaban visado para trabajar en el país cada año), y convirtió a los jóvenes, desde las primeras etapas de su vida, en “siervos” de una ideología comunista y totalitaria que medio siglo más tarde los ha convertido en un pueblo sin futuro, aislado del mundo civilizado. De pioneros como el Che a las penurias de la escuela al campo, de las juventudes comunistas, a las asociaciones de base, al control del CDR, a la universidad de los privilegios, y al ejercicio de una profesión con salarios miserables, o el exilio para mejorar la vida.
Que no se engañe nadie. Ese es el auténtico “gancho” del castrismo a los jóvenes. Ese mito de la educación gratuita. ¿De dónde salen los recursos con los que se financia esa educación gratuita que sólo sirve para formar a profesionales sin futuro y con bajos sueldos? ¿Del cielo? No. Del trabajo de todos los cubanos, de su escasez, de su sistema de vida mísero y sin futuro, de la explotación de un Estado intervencionista, que todo lo posee, que considera a la empresa privada y la economía de mercado un delito.
No es verdad lo que dice la articulista que “para miles y miles de adolescentes y jóvenes —porque estamos hablando de muchachos de 12, 13, hasta 18 y luego 25 años—, las Brigadas fueron una puerta abierta, la oportunidad de descubrirse y probarse a sí mismos, y darle un sentido, un propósito, una razón y un destino mejor a sus vidas”. Falso. Lo que supusieron las brigadas fue un desarraigo de la unidad familiar, un cambio de valores del trabajo basado en el esfuerzo a la recomendación y el nepotismo revolucionario, un nuevo sistema de relaciones sociales que rompía con las bases de lo que había sido la sociedad cubana hasta entonces. De las granjas de la UMAP al servicio militar obligatorio que impedía a muchas familias huir del país en su totalidad, ya que algún miembro debía quedarse con el que resultaba retenido por la “edad militar”, hay que preguntarse, ¿qué le deben los jóvenes cubanos al envejecido castrismo”. Nada, absolutamente nada.
El ejemplo, en el reportaje de Carlos Montaner. Una juventud harta de imposiciones, contradicciones, reglas, normas, controles, vigilancias y estupideces, que necesita oxigeno y libertad.
Lo que la articulista califica de “feliz idea de Fidel: Ingenieros, maestros, médicos, diplomáticos, militares” no es otra cosa que una pesadilla todos los días para resolver, y en cuanto surge la menor oportunidad, escapar al extranjero para iniciar una vida mejor en dignidad y libertad. 50 años, uno detrás de otro, y siempre la misma desgracia. Increíble que la propaganda castrista en Granma nos intente “vender” cualquier otra cosa. Ya se que están obligados, so pena de perder su empleo, pero quítense la venda de los ojos y dejen de escribir “gestas heroicas”, “cuentos de los abuelitos”, que el futuro ya está aquí.

viernes, 21 de mayo de 2010

En torno a las conversaciones entre la Iglesia y el régimen castrista

No es malo que la dirigencia del régimen castrista hable con la máxima representación de la Iglesia católica en Cuba.
Desde que en 1967 Fidel Castro declaró que su régimen era marxista, leninista y ateo, ha llovido mucho. La historia de la Iglesia en Cuba, y en el exilio, ha sido muy triste. Tuve la suerte de conocer a algunos de aquellos sacerdotes y monjas cubanas y españoles que fueron expulsados por la fuerza poco después del comienzo de la revolución, y eran personas íntegras, formidables, con un compromiso social evidente que tropezaba con el deseo castrista de adueñarse de toda la sociedad y ponerla a su único servicio.
A partir de 1967, la Iglesia católica quedó recluida a las catacumbas del régimen. Cualquier vinculación con esta organización suponía para los individuos separarse de las prebendas del régimen y perder el acceso a los estudios superiores, o caer en una marginación social que a la larga terminaba en prisión o exilio. Los primeros grupos de derechos humanos que empezaron a plantar cara al régimen comunista tenían una clara orientación católica. La resistencia se mantuvo en la Isla, luchando a brazo partido contra un poder opresor comunista, cuyo único objetivo era el sometimiento integral al pueblo cubano.
Entonces, como si el tiempo no hubiera pasado en balde, el Papa Juan Pablo II, artífice de los cambios políticos y sociales que en Europa derrumbaron el muro comunista de la vergüenza, se presentó ante Fidel Castro y le pidió que Cuba se abriera al mundo. Y el dictador, como si no se tratase de él, se cambió el uniforme verde olivo por un traje gris marengo, y aprovechó la visita del Papa para lavar su imagen internacional, moviendo vía propaganda, los resortes necesarios para sobrevivir en el poder, su único objetivo en 50 años de dictadura.
En el momento actual, no creo que sea malo que el régimen castrista hable con la Iglesia. Al contrario. Todo lo que pueda contribuir a abrir espacios para la pluralidad en la Isla será siempre bienvenido. Cada uno en su sitio. Respetando aquellas posiciones que se puedan reivindicar, y tratando de asegurar, como máxima prioridad, que los presos políticos injustamente enviados a la cárcel obtengan la libertad.
Para que ese diálogo sea fructífero a medio y largo plazo, no obstante, a mi juicio, deben cumplirse algunas premisas. Me propongo reflexionar sobre ellas brevemente.
Primero, la naturaleza misma del diálogo. La Iglesia debe conseguir la libertad de los presos políticos. Insisto, “políticos”, una condición fundamental para que la acción de estos defensores de la democracia y las libertades en Cuba tenga algún sentido. La muerte de Orlando Zapata Tamayo no debe ser en vano. El régimen tiene que reconocer que existen en Cuba personas que no están de acuerdo con el modelo, y que desean libertades y democracia como las que existen en Occidente. No tratarlos como criminales es una condición fundamental para el diálogo.
Segundo, se debe establecer una metodología para mantener de forma continua las conversaciones. Es decir, en lugar de reunirse una sola vez, y abrir un espacio de interrupción, considero que el éxito de este proceso que ahora empieza radica en su continuidad en el tiempo. Hay que fijar una agenda de trabajo, lo suficientemente amplia y a la vez concreta, para que el diálogo sirva para dar resultados positivos y medibles, de forma objetiva. Y hay que dar la máxima transparencia a este proceso para que todo se conozca y se pueda opinar.
Tercero, por la misma razón, hay que respetar el diálogo. No es bueno atacar lo que se está produciendo por primera vez en Cuba en más de medio siglo de régimen dictatorial. Hay que dar un margen de tiempo, una oportunidad para realizar una evaluación del proceso, y tratar de obtener conclusiones con cierta perspectiva histórica. Eso no quiere decir que haya que permanecer impávido ante los acontecimientos. En la medida que este diálogo se haga continuo y se encauce de forma transparente, la acción de seguimiento se puede ver muy potenciada para las dos partes.
Cuarto, hay que huir de cualquier entreguismo al poder comunista. No hay que sacrificar objetivos de largo alcance, que pongan en peligro la solvencia y el apoyo social a la Iglesia, a cambio de prebendas de muy corto plazo que se agotan enseguida. En la balanza, Raúl Castro puede poner mucho más que una empobrecida Iglesia, sometida a control por el espionaje interno que existe en la Isla y que tiene dificultades reales para desarrollar sus actividades.
Quinto, es cierto que la Iglesia siempre ha declarado que no es su intención hacer política, pero está en ello. Su misión, si realmente consiste en apartarse de la futura arena de la transición a la democracia en Cuba, debe ir facilitando el acceso al proceso de diálogo con las autoridades de los grupos de la oposición interna, de los disidentes, que son, al final, los auténticos responsables del proceso de transformación que se debe producir en Cuba. En ello también está el éxito de su participación en este proceso de diálogo inicial.
Estamos en el origen de algo que no sabemos muy bien a dónde puede llegar. Que Raúl Castro haya recibido a los altos representantes de la Iglesia en Cuba es un ejemplo del acoso que siente en momentos tan complicados como los actuales.
Con la economía destruida, observando que sus planes no dan los resultados previstos y siempre mirando de reojo a su hermano convaleciente por lo que pueda decir, y lo que es peor, hacer, Raúl Castro ha tendido una mano a la Iglesia de Cuba en un momento de gran debilidad política y social, en el que su aparato de represión no es capaz de afrontar los retos de las Damas de Blanco, los blogueros cubanos o la actitud contestaría de la juventud que hemos observado en el video realizado por Carlos Montaner.
Todo se le viene abajo, y él lo sabe. Los hermanos Castro, que han sido especialistas en la habilidad política de ganar tiempo, han recurrido a la Iglesia para ello esta vez. Ahora la baza está en la Iglesia católica cubana, de ahí, el papel que todos esperamos que debe jugar y su trascendencia histórica.

martes, 18 de mayo de 2010

José María Aznar, un defensor de las libertades en Cuba

No me cabe la menor duda que de todos los presidentes de la democracia en España, José María Aznar ha sido el único que ha definido una política coherente hacia el régimen dictatorial comunista de Fidel Castro. Por ello, estamos agradecidos todos los cubanos y españoles que deseamos la democracia y la libertad para Cuba. El “Homenaje a los cubanos demócratas” organizado por FAES en Madrid el pasado 17 de mayo es un buen ejemplo.
Aznar siempre ha tenido las ideas muy claras respecto del castrismo. No así sus antecesores.
Adolfo Suárez llegó a compartir, durante su corto pero intenso mandato, de forma inesperada un estilo y unas confidencias con el dirigente comunista cubano en lo que algunos analistas interpretaron como una huída a toda prisa hacia el bloque de “los no alineados” en una época de guerra fría y final del franquismo, en el que los límites de las ideologías obligaban a este tipo de anacronismos descabellados. Nos han quedado recuerdos fotográficos en blanco y negro de aquel compadreo entre un antiguo camisa azul franquista, hombre clave de la transición española a la democracia, y el tirano comunista que, para muchos, no ha sido fácil de comprender si no es utilizando las claves de aquella época ciertamente complicada.
Felipe González se divirtió en el famoso cabaret Tropicana, y sus relaciones con Castro atravesaron etapas muy distintas, lo que vino justificado por la extensa longitud de su mandato en España. Así, de unos momentos iniciales en los que el dictador comunista encontraba apoyo y cariño de los socialistas españoles, y llegó a firmar unos estrambóticos acuerdos de compensación por las expropiaciones comunistas que se pagaban en langosta y artesanías, se pasó a una etapa más difícil al final de ciclo en el que, tras la caída del muro de Berlín y la perestroika, Fidel Castro acabó echando a patadas de Cuba a los asesores encabezados por Carlos Solchaga que iban a darle orientaciones para sacar a la economía cubana del caos.
Con Aznar, desde el primer momento, las cosas han estado muy claras. Tal vez por sus convicciones democráticas a favor de la libertad, por sus buenas relaciones con Carlos Alberto Montaner, referente del exilio para los demócratas cubanos, o tal vez porque en plena campaña de 1996 se produjo el brutal atentado de la aviación militar castrista contra los pacíficos Hermanos al Rescate, Aznar siempre ha estado del lado de los demócratas cubanos, en las buenas y en las malas. En los momentos de auge y en los de crisis. Siempre se ha prodigado en palabras y apoyo y estímulo a favor de los presos políticos, los disidentes, los que en Cuba sufren y padecen todo tipo de represiones y persecución de la violencia comunista.
Yo que he visto como a la causa de la democracia y la libertad en Cuba se han ido apuntando en los últimos tiempos muchos que, durante años, han aplaudido el régimen castrista, lo agradezco sinceramente. Creo que ese cambio de actitud llega tarde, pero más vale eso que nunca. La causa de las libertades y la democracia en Cuba construye con todos y no es excluyente. De ahí su grandeza, frente a la miseria moral del castrismo.
Pero no puedo menos que testimoniar mi apoyo personal al presidente Aznar, porque su claridad de ideas en este tema, ha sido siempre la misma, uniendo a todas las organizaciones y sensibilidades del exilio en pos de un objetivo común, y contribuyendo, en buena medida, a ese cambio en la percepción que se tiene en amplios sectores de España hacia la dictadura comunista de los hermanos Castro.
Así que, algún día, cuando tengamos la oportunidad de ver realizado el sueño democrático de una Cuba libre y plural, personalidades como José María Aznar ocuparán el papel que merecen con un reconocimiento que, de seguro, aparecerá como referencia histórica. Gracias.

sábado, 8 de mayo de 2010

La Iglesia cubana ante la encrucijada

En los últimos días llegan noticias de Cuba sobre un papel cada vez más activo de la dirección de la Iglesia católica en los asuntos internos. No es una novedad.
Mucho antes de la visita del Papa Juan Pablo II, cuando pidió que Cuba se abriera al Mundo, ya existían en la Isla organizaciones disidentes de inspiración religiosa, alguna de ellas con capacidad para proponer y reivindicar plataformas de respuesta social dentro de los difíciles márgenes de accion política que existen en la Isla.
El ateísmo de la revolución tuvo un primer gesto con la expulsión masiva de sacerdotes, monjas y seminaristas en el legendario Covadonga a comienzos de la década de los 60. Tuve la oportunidad de conocer a algunos de aquellos expulsados de la Isla que, en contra de su voluntad, nunca quisieron dejar de realizar sus actividades religiosas en la Isla, pero que se vieron obligados a un exilio temprano y brutal por obra y gracia del comunismo.
Años más tarde, el ateísmo practicante e ideológico se hizo oficial y fue decretado por Fidel Castro a finales de los años 60, como colofón a la vasta tarea de destrucción económica y social en la Isla. A ojos de la historia, fue un duro golpe para numerosos sectores de la sociedad que habían dado su apoyo a los revolucionarios. Nadie podía comprender que un estudiante mediocre de los jesuitas de Belén en La Habana pudiera convertir a la Iglesia católica en una organización marginal y perseguida, mientras que se daba todo tipo de apoyo y estímulo a la santería y a otras religiones existentes en la Isla.
De ese modo, la Iglesia cubana atravesó un largo de período de silencio, prohibiciones, oscurantismo y marginación que segaron su voluntad de servicio a la sociedad y la convirtieron en un pacífico compañero de un régimen que, cada día, daba más muestras de haber perdido el sentido de la razón.
Las parroquias se quedaban vacías o sin atención, mientras que las turbas, los comités de defensa de la revolución y los desalmados violentos se encargaban de reducir a cenizas cualquier vestigio de práctica religiosa en la isla.
El período especial y sus calamidades económicas dieron a la Iglesia nuevos bríos, al ser uno de los pocos sitios en los que se podía hacer alguna comida decente al día. Tras la visita del Papa, que supuso un espaldarazo de imagen para un régimen que se ahogaba en su propia miseria, la gente volvió a las iglesias conforme se relajaron las prohibiciones. Y así, hemos llegado a la situación actual.
Varias son las conclusiones que se pueden obtener.
No hay una Iglesia cubana homogénea y con una sóla visión de la realidad y una estrategia específica de acción, aunque se empeñan en hacer que estos objetivos sean alcanzables. Tal vez por ello, aparezcan contradicciones que es preciso analizar con mucho detalle para no perdernos en medio del bosque.
La Iglesia no es un enemigo potencial del régimen castrista, ni tampoco quiere serlo. Su objetivo no es enfrentarse sino apaciguar los ánimos y evitar cualquier baño de sangre en este último tramo del castrismo.
La Iglesia no quiere tomar partido, y aunque determinados sectores políticos tal vez cuestionen esta actitud, pienso que es la única que le garantiza una presencia continua y estable de la organización en la vida social cubana. Tal vez, su objetivo sea más el medio y largo plazo.
La Iglesia está, por lo tanto, en espera de su momento histórico. El Cardenal está jugando sus cartas.¿Quién sabe si Fidel Castro está arrepentido realmente y busca por medio del remordimiento el perdón celestial?
La cuestión es si todo este modelo de acción social le va a permitir ocupar un espacio en el día después. Las transiciones suponen procesos de transformación social de resultados imprevisibles. Así ocurrió en la España de Franco, cuando las parroquias se convertían en refugios de los curas obreros, pero que asentada la democracia, nadie se ha vuelto a acordar de ese importante papel, ni siquiera los dirigentes sindicales que se beneficiaron de la protección del suelo divino.
No es una decisión fácil.
El Cardenal está jugando una partida muy difícil y peligrosa contra un adversario que está acostumbrado a hacer todo tipo de trampas y que, además, tiene muy mal perder. Yo le deseo lo mejor en su empeño. Le deseo que acierte y que sea capaz de situar a la Iglesia cubana en el sitio que le corresponde como organización social con capacidad para liderar cambios.

martes, 4 de mayo de 2010

Continúa el baile de cargos en el régimen castrista

Una escueta Nota Oficial en Granma nos devuelve a los viejos tiempos del “estalinismo”, que no parecen haber desaparecido en la Isla, por obra y gracia de las autoridades que la gobiernan. La redacción de la Nota no tiene desperdicio.
De un plumazo son eliminados de sus cargos un vicepresidente del consejo de ministros y un ministro, con la referencia castrista de “liberar de sus responsabilidades” que es la forma que tienen en ese régimen de cesar fulminantemente a los que ocupan cargos políticos.
El vicepresidente destituido es Jorge Luis Sierra Cruz, que también actuaba como responsable del ministerio de transportes.
El ministro que pierde su cargo es el que ocupa el ministerio del Azúcar, Luis Manuel Ávila González.
Esta vez, a diferencia de otras ocasiones, la Nota da explicaciones concretas de los motivos de los ceses fulminantes.
El primero, “por errores cometidos en el desempeño de sus funciones”. El segundo, textualmente dice la Nota, “solicitó su liberación al reconocer las deficiencias de su trabajo que le fueron señaladas”.
Errores cometidos y deficiencias en el trabajo. Me cuesta creer que estas dos sean razones de suficiente peso para ser “liberados” de funciones políticas en un régimen que, de forma sistemática, no hace otra cosa que cometer errores, uno detrás de otro, durante más de medio siglo; y que se empeña, de manera sistemática, en mantener niveles de ejecución y desempeño plenamente dominados por las deficiencias en el trabajo.
Es decir, que algo no va bien. Cuando se cesa de manera fulminante a dos peones por “errores y deficiencias”, tal vez lo que debería hacer el conjunto de la administración política y burocrática del castrismo es lo mismo, y apostar por equipos nuevos, con ideas también nuevas y de vanguardia que le den a Cuba el oxígeno que necesita para continuar avanzando.
Los ceses, evidentemente, han ido acompañados de nombramientos. Y así, una vez más, es posible reconstruir por dónde se mueven los hilos del poder en la situación actual de la Isla. Un equilibrio cada vez más precario entre la gerontocracia que se resiste a perder su control del país, y una generación de edad intermedia que no es capaz de cambiar el curso de los acontecimientos, porque carece de capacidad para hacerlo.
En ese sentido, al vicepresidente, le sustituye en sus funciones, un “fuerte fuerte” de toda la vida. La Nota dice textualmente, “el compañero Antonio Enrique Lusson miembro del Comité Central del Partido, quien acumula una extensa hoja de servicios a la Revolución, desde la lucha insurreccional en la que alcanzó los grados de Comandante del Ejército Rebelde hasta general de división en las Fuerzas Armadas Revolucionarias, con vasta experiencia en la esfera del transporte. Actualmente dirige la rehabilitación del sistema ferroviario del país”.
Además, el cambio desgaja las competencias de vicepresidente del gobierno, del ministerio de transportes, y aumenta el número de dirigentes con la designación de un ministro ad hoc para este puesto. La Nota dice textualmente, “el compañero César Ignacio Arocha Masid, quien por más de tres años se desempeña como Director General de la Empresa de Transporte de Alimentos a Granel del propio organismo. El compañero Arocha Masid, de 51 años de edad, es graduado de las escuelas militares Camilo Cienfuegos y de ingeniero en vías férreas en la antigua Unión Soviética, así como en dos cursos de nivel superior en la Academia de las FAR "General Máximo Gómez", con una trayectoria ascendente dentro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, desempeñándose en diversos cargos de la cadena de mando como jefe de unidades de transportaciones militares y de la Logística”. Un cuadro del ejército, con experiencia de economía cuartelera, para dirigir los pésimos transportes del país, un sector fundamental para mejorar la situación de los abastecimientos y fomentar el desarrollo de un mercado potente capaz de alimentar a toda la población.
En cuanto al ministerio del Azúcar, la designación ha recaído en “Orlando Celso García Ramírez, actual viceministro primero de este organismo. El compañero García Ramírez, de 53 años de edad, ingeniero químico, ha estado vinculado al sector azucarero por más de 30 años, transitando por diferentes cargos técnicos y de dirección, a nivel de central azucarero, delegación provincial y viceministro, hasta el cargo actual”. En este caso, se recurre a un cargo también técnico, al que poco trabajo le suponemos, sobre todo teniendo en cuenta la devastación producida por Fidel Castro en el sector azucarero en 2002 al decidir, personalmente, el cierre de los ingenios y el abandono de la industria.
La pregunta entonces es, ¿será responsable Raúl Castro de estos cambios, o habrá que empezar a pensar en que Ramiro Valdés es quién realmente controla el país?

lunes, 3 de mayo de 2010

Las Damas de Blanco y su aportación a la democracia

Que las Damas de Blanco puedan realizar sus protestas por las calles de la Habana, sin la interferencia molesta y criminal de las turbas castristas, es una buena noticia. No seré yo quien no reconozca que esta es una muy buena ocasión para celebrar. Que este conjunto de mujeres puedan ejercer libremente su derecho a exigir al gobierno castrista la liberación de sus familiares, presos injustamente por el delito tipificado en Cuba de pensar de forma diferente al poder tiránico, es también una buena noticia.
Sin embargo, hay que ser muy prudentes. Otra cosa es que nos lancemos, de forma inmediata, a agradecer al régimen dictatorial por esta acto magnánimo que vuelve de nuevo a reflejar la triste realidad de lo que significa el castrismo: un órgano de poder reducido y que se resiste al abandono, y una masa de ciudadanos sin libertades, que carecen de cualquier protección elemental de sus derechos y que deben someterse a la pesada carga de la ideología única, del partido único y del líder único durante más de medio siglo. Los derechos humanos más elementales, de libertad de expresión, siguen vetados en una Isla en la que todo se sacrifica a unos objetivos revolucionarios en los que nadie cree ya. La presión sobre el gobierno es más necesaria que nunca porque se ha mostrado que es la única vía para abrir espacios en los que ejercer la libertad.
Habrá que esperar un tiempo antes de valorar este principio de acuerdo entre los representantes del gobierno castrista y la Iglesia católica cubana. No me cabe la menor duda que mientras viva Fidel Castro, mientras su presencia se siga dejando sentir en forma de esa combinación fatal de miedo, represión y violencia, en cualquier momento pueden volver a saltar las turbas revolucionarias a golpear, escupir e insultar a las pacíficas Damas de Blanco. Y eso, por desgracia, puede volver a suceder, así que mantengámonos atentos.
De lo que no cabe duda es que algo se mueve en la Isla. La administración vinculada a Raúl Castro parece menos dogmática que la que cultivó y fomentó su hermano, y que la distancia de éste con el poder, ha permitido un cierto relajamiento que, en concreto, significa que las Damas de Blanco van a tener autorización para manifestarse por La Habana. Los pasos, insignificantes, vienen a mostrar que el régimen puede llegar a dialogar y entenderse con otros sectores sociales que se mantienen a cierta distancia, como el que representa la Iglesia, cercada durante medio siglo en su capacidad de acción, pero que vuelve de nuevo a mostrar una extraordinaria capacidad para actuar en defensa de la dignidad democrática y a favor de los oprimidos por la tiranía castrista. Hay que reforzar la presión y ahora, más que nunca, debemos unir esfuerzos en el exterior para que el gobierno comunista se sienta más sólo y más aislado.
La cuestión es que las Damas no van a recibir atención mediática alguna, y que para la mayoría de la población residente en la Isla la protesta de estas mujeres, ejemplares en su ética y dignidad democrática será desconocida, sin que se produzca la solidaridad que cabe esperar entre iguales. Tampoco creo que resulte fácil que se autoricen marchas silenciosas en otras ciudades de la Isla, o que se acerquen las protestas a las prisiones donde se encuentran los disidentes detenidos desde 2003. Los espacios para el ejercicio de las libertades democráticas en Cuba son prácticamente imposibles, y cuando se abre alguno, como en esta ocasión, el miedo, la represión silenciosa, la delación, terminan por generar esa parálisis terrible que es la enfermedad más grave de la sociedad cubana.
En cualquier caso, este acuerdo entre el régimen y la Iglesia viene a confirmar, por último, que la situación interna en la Isla no es la mejory que, de acuerdo con las previsiones formuladas por diversos analistas, en cualquier momento un estallido social se puede convertir en el instrumento impulsor de los cambios. Nadie quiere un baño de sangre en Cuba como final de una de las etapas más oscuras de su historia. Esta iniciativa puede suponer un paréntesis, o en el mejor escenario posible, un punto y aparte. Pero creo que es pronto para obtener conclusiones. A dos meses escasos de la muerte en prisión de Zapata, al que siempre recordaremos porque ha sido, no me cabe la menor duda, el punto de inflexión de todo este proceso al que ahora se asiste, y el régimen, sin recursos económicos y más aislado que nunca en sus apoyos internacionales, se acoge a cualquier solución para hacer lo de siempre: ganar tiempo.