Los motivos de este Blog

La situación política y social en Cuba a partir del 23 de febrero de 2010 marca un antes y un después.
Un gobierno no pueder dejar que un ciudadano muera por inanición y malos tratos en prisión.
La muerte de Orlando Zapata Tamayo ha dejado al régimen castrista sin justificación alguna para perpetuarse en el poder, ha roto el entramado de cambios en las relaciones internacionales (como la Posición Común) y muestra que los viejos revolucionarios van a morir matando.
Cualquier aportación para conseguir que Cuba no se convierta en un baño de sangre, será fundamental.
Yo apuesto por una transición pacífica a la democracia y la economía libre. A ello dedicaré estas reflexiones.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Moratinos vuelve a la carga

No me cabe la menor duda. Tan pronto como sea posible, el ministro español de Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, volverá a plantear en el seno de la Unión Europea su iniciativa de modificar la Posición Común. Otra cosa es que tenga éxito en ello.
Este es un empeño que, como consecuencia de la muerte en prisión de Orlando Zapata y el rechazo frontal de los países ex comunistas del Este, no se ha podido plantear durante la presidencia española de la Unión, pero en cualquier momento, puede volver. Por suerte, en Reino Unido, el gobierno liberal conservador tampoco va a ser muy favorable a adoptar una postura hacia la dictadura castrista como la que pretende Moratinos, por lo que no veo éxito a su objetivo. Pero no me cabe duda por sus continuas afirmaciones, y cada vez que tiene una oportunidad, que él cree que hay que suprimir la Posición Común, y establecer un nuevo marco de relaciones con el castrismo.
Así sucedió durante el almuerzo-coloquio organizado por el Foro ABC en Madrid, en el que Moratinos realizó una valoración muy positiva del proceso de diálogo abierto entre la jerarquía católica cubana y el gobierno de Raúl Castro, y confió en que dé frutos, afirmando a continuación que este modelo de relación es el que él propone para la Unión Europea.
El ministro Moratinos insistió una vez más en su tesis de que ``a través del diálogo se consiguen cosas, no a través del aislamiento, la confrontación y la elevación de la tensión'' y añadió ante los asistentes al Foro “que es preciso dejar que el régimen castrista tome las decisiones que estimen oportunas''.
En este análisis, el ministro Moratinos comete varios errores de concepto y de estrategia que debería corregir.
Primero, pensar que el diálogo es la solución para promover la transición a la democracia en Cuba es tan absurdo como lo contrario. Hasta ahora no ha ofrecido resultado alguno, y no cabe esperar que ocurra nada nuevo en el futuro. La apuesta por el diálogo con los que no quieren hablar es tan absurda como empeñarse en lo contrario. El desprecio que el régimen comunista de La Habana mantiene hacia los demócratas de todo el mundo es suficiente garantía para rechazar, desde cualquier perspectiva, una vía de diálogo con los enemigos de la libertad.
Segundo, cualquier eventual proceso de negociación europeo con el régimen castrista no puede adoptar el mismo marco que el utilizado por la Iglesia cubana. Precisamente, para establecer un marco de negociación adecuado con una dictadura que viola de forma sistemática los derechos humanos, las libertades y el pluralismo político, se creó la Posición Común, que es un texto que establece una agenda para que el régimen castrista sepa en qué dirección debe transitar para obtener el apoyo de la Unión Europea. Al dejar muy claro el escenario de actuación, la Posición Común evita huir del espacio de la interpretación y la negociación en corto, que bajo ningún concepto deben utilizar países democráticos frente a una dictadura comunista.
Tercero, el modelo de negociación de la Iglesia cubana, al menos hasta la fecha, es de carácter humanitario e interno. Su objetivo es salvar la vida de una serie de personas que el castrismo ha condenado a prisión de forma injusta, y que han decidido por medio de huelgas de hambre sacrificar sus vidas en defensa de la democracia y las libertades. Es una negociación puntual, muy importante, esto es incuestionable, pero que no se sitúa en el espacio de la arena política en el que se debe mover la Unión Europea con el régimen castrista.
Cuarto, por supuesto que se puede valorar de forma muy positiva cualquier acuerdo entre el régimen castrista y la Iglesia, en la medida que suponga mejorar las condiciones sanitarias de los presos, su acercamiento a las familias o el respeto a sus derechos humanos. Si ese acuerdo se lleva a la práctica en breve, estoy seguro que la Iglesia continuará trabajando para liberar a los alrededor de 200 presos políticos que hay en prisión.
Quinto, si el ministro Moratinos mantiene su empeño en que el gobierno socialista de España continúe ofreciendo una interlocución privilegiada a las autoridades cubanas, está en su derecho a hacerlo, pero desde aquí estoy convencido que no tardará mucho tiempo en tropezar con los intereses concretos de la Iglesia, y en particular, con el arzobispo de La Habana, el cardenal Jaime Ortega, que es el que está liderando la negociación. Es obvio. En todo proceso de estas características, en el que se miden posiciones antagónicas, tomar partido por una de las partes es conseguir de la otra el rechazo.
No existe un solo grupo de la oposición y la disidencia interna que abrace favorablemente la apuesta de Moratinos por cambiar la Posición Común. Tampoco existe ninguna organización en el exilio favorable a ello. Y no parece que en Europa se vaya a producir en las cancillerías un cambio de actitud hacia un régimen que es incapaz de entender el mensaje que se le traslada con firmeza y ética desde todo el mundo: que debe cambiar, que debe adoptar la democracia y las libertades cuanto antes. Los demócratas españoles y cubanos no podemos comprender que un ministro de un gobierno democrático, de un país democrático como España, pueda perseverar en el diálogo con dirigentes políticos cuyo único activo conocido es precisamente el desprecio al diálogo y la imposición por la fuerza de su criterio.
Al final, el ministro Moratinos se quedará en soledad luchando contra sus “molinos de viento”, convencido de que le asiste la verdad, e incapaz de conectar con todos los sectores que realmente quieren cambios en Cuba. Su apuesta por dar apoyo al castrismo es una vía muerta y estéril que, por desgracia, puede poner en peligro la estrategia general que a nivel mundial todos los países creen que es la más adecuada para que Cuba evolucione hacia la democracia y las libertades. Lo mejor es dejarle solo. No hacerle caso.

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