No me cabe la menor duda que de todos los presidentes de la democracia en España, José María Aznar ha sido el único que ha definido una política coherente hacia el régimen dictatorial comunista de Fidel Castro. Por ello, estamos agradecidos todos los cubanos y españoles que deseamos la democracia y la libertad para Cuba. El “Homenaje a los cubanos demócratas” organizado por FAES en Madrid el pasado 17 de mayo es un buen ejemplo.
Aznar siempre ha tenido las ideas muy claras respecto del castrismo. No así sus antecesores.
Adolfo Suárez llegó a compartir, durante su corto pero intenso mandato, de forma inesperada un estilo y unas confidencias con el dirigente comunista cubano en lo que algunos analistas interpretaron como una huída a toda prisa hacia el bloque de “los no alineados” en una época de guerra fría y final del franquismo, en el que los límites de las ideologías obligaban a este tipo de anacronismos descabellados. Nos han quedado recuerdos fotográficos en blanco y negro de aquel compadreo entre un antiguo camisa azul franquista, hombre clave de la transición española a la democracia, y el tirano comunista que, para muchos, no ha sido fácil de comprender si no es utilizando las claves de aquella época ciertamente complicada.
Felipe González se divirtió en el famoso cabaret Tropicana, y sus relaciones con Castro atravesaron etapas muy distintas, lo que vino justificado por la extensa longitud de su mandato en España. Así, de unos momentos iniciales en los que el dictador comunista encontraba apoyo y cariño de los socialistas españoles, y llegó a firmar unos estrambóticos acuerdos de compensación por las expropiaciones comunistas que se pagaban en langosta y artesanías, se pasó a una etapa más difícil al final de ciclo en el que, tras la caída del muro de Berlín y la perestroika, Fidel Castro acabó echando a patadas de Cuba a los asesores encabezados por Carlos Solchaga que iban a darle orientaciones para sacar a la economía cubana del caos.
Con Aznar, desde el primer momento, las cosas han estado muy claras. Tal vez por sus convicciones democráticas a favor de la libertad, por sus buenas relaciones con Carlos Alberto Montaner, referente del exilio para los demócratas cubanos, o tal vez porque en plena campaña de 1996 se produjo el brutal atentado de la aviación militar castrista contra los pacíficos Hermanos al Rescate, Aznar siempre ha estado del lado de los demócratas cubanos, en las buenas y en las malas. En los momentos de auge y en los de crisis. Siempre se ha prodigado en palabras y apoyo y estímulo a favor de los presos políticos, los disidentes, los que en Cuba sufren y padecen todo tipo de represiones y persecución de la violencia comunista.
Yo que he visto como a la causa de la democracia y la libertad en Cuba se han ido apuntando en los últimos tiempos muchos que, durante años, han aplaudido el régimen castrista, lo agradezco sinceramente. Creo que ese cambio de actitud llega tarde, pero más vale eso que nunca. La causa de las libertades y la democracia en Cuba construye con todos y no es excluyente. De ahí su grandeza, frente a la miseria moral del castrismo.
Pero no puedo menos que testimoniar mi apoyo personal al presidente Aznar, porque su claridad de ideas en este tema, ha sido siempre la misma, uniendo a todas las organizaciones y sensibilidades del exilio en pos de un objetivo común, y contribuyendo, en buena medida, a ese cambio en la percepción que se tiene en amplios sectores de España hacia la dictadura comunista de los hermanos Castro.
Así que, algún día, cuando tengamos la oportunidad de ver realizado el sueño democrático de una Cuba libre y plural, personalidades como José María Aznar ocuparán el papel que merecen con un reconocimiento que, de seguro, aparecerá como referencia histórica. Gracias.
martes, 18 de mayo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario