Los motivos de este Blog

La situación política y social en Cuba a partir del 23 de febrero de 2010 marca un antes y un después.
Un gobierno no pueder dejar que un ciudadano muera por inanición y malos tratos en prisión.
La muerte de Orlando Zapata Tamayo ha dejado al régimen castrista sin justificación alguna para perpetuarse en el poder, ha roto el entramado de cambios en las relaciones internacionales (como la Posición Común) y muestra que los viejos revolucionarios van a morir matando.
Cualquier aportación para conseguir que Cuba no se convierta en un baño de sangre, será fundamental.
Yo apuesto por una transición pacífica a la democracia y la economía libre. A ello dedicaré estas reflexiones.

sábado, 8 de mayo de 2010

La Iglesia cubana ante la encrucijada

En los últimos días llegan noticias de Cuba sobre un papel cada vez más activo de la dirección de la Iglesia católica en los asuntos internos. No es una novedad.
Mucho antes de la visita del Papa Juan Pablo II, cuando pidió que Cuba se abriera al Mundo, ya existían en la Isla organizaciones disidentes de inspiración religiosa, alguna de ellas con capacidad para proponer y reivindicar plataformas de respuesta social dentro de los difíciles márgenes de accion política que existen en la Isla.
El ateísmo de la revolución tuvo un primer gesto con la expulsión masiva de sacerdotes, monjas y seminaristas en el legendario Covadonga a comienzos de la década de los 60. Tuve la oportunidad de conocer a algunos de aquellos expulsados de la Isla que, en contra de su voluntad, nunca quisieron dejar de realizar sus actividades religiosas en la Isla, pero que se vieron obligados a un exilio temprano y brutal por obra y gracia del comunismo.
Años más tarde, el ateísmo practicante e ideológico se hizo oficial y fue decretado por Fidel Castro a finales de los años 60, como colofón a la vasta tarea de destrucción económica y social en la Isla. A ojos de la historia, fue un duro golpe para numerosos sectores de la sociedad que habían dado su apoyo a los revolucionarios. Nadie podía comprender que un estudiante mediocre de los jesuitas de Belén en La Habana pudiera convertir a la Iglesia católica en una organización marginal y perseguida, mientras que se daba todo tipo de apoyo y estímulo a la santería y a otras religiones existentes en la Isla.
De ese modo, la Iglesia cubana atravesó un largo de período de silencio, prohibiciones, oscurantismo y marginación que segaron su voluntad de servicio a la sociedad y la convirtieron en un pacífico compañero de un régimen que, cada día, daba más muestras de haber perdido el sentido de la razón.
Las parroquias se quedaban vacías o sin atención, mientras que las turbas, los comités de defensa de la revolución y los desalmados violentos se encargaban de reducir a cenizas cualquier vestigio de práctica religiosa en la isla.
El período especial y sus calamidades económicas dieron a la Iglesia nuevos bríos, al ser uno de los pocos sitios en los que se podía hacer alguna comida decente al día. Tras la visita del Papa, que supuso un espaldarazo de imagen para un régimen que se ahogaba en su propia miseria, la gente volvió a las iglesias conforme se relajaron las prohibiciones. Y así, hemos llegado a la situación actual.
Varias son las conclusiones que se pueden obtener.
No hay una Iglesia cubana homogénea y con una sóla visión de la realidad y una estrategia específica de acción, aunque se empeñan en hacer que estos objetivos sean alcanzables. Tal vez por ello, aparezcan contradicciones que es preciso analizar con mucho detalle para no perdernos en medio del bosque.
La Iglesia no es un enemigo potencial del régimen castrista, ni tampoco quiere serlo. Su objetivo no es enfrentarse sino apaciguar los ánimos y evitar cualquier baño de sangre en este último tramo del castrismo.
La Iglesia no quiere tomar partido, y aunque determinados sectores políticos tal vez cuestionen esta actitud, pienso que es la única que le garantiza una presencia continua y estable de la organización en la vida social cubana. Tal vez, su objetivo sea más el medio y largo plazo.
La Iglesia está, por lo tanto, en espera de su momento histórico. El Cardenal está jugando sus cartas.¿Quién sabe si Fidel Castro está arrepentido realmente y busca por medio del remordimiento el perdón celestial?
La cuestión es si todo este modelo de acción social le va a permitir ocupar un espacio en el día después. Las transiciones suponen procesos de transformación social de resultados imprevisibles. Así ocurrió en la España de Franco, cuando las parroquias se convertían en refugios de los curas obreros, pero que asentada la democracia, nadie se ha vuelto a acordar de ese importante papel, ni siquiera los dirigentes sindicales que se beneficiaron de la protección del suelo divino.
No es una decisión fácil.
El Cardenal está jugando una partida muy difícil y peligrosa contra un adversario que está acostumbrado a hacer todo tipo de trampas y que, además, tiene muy mal perder. Yo le deseo lo mejor en su empeño. Le deseo que acierte y que sea capaz de situar a la Iglesia cubana en el sitio que le corresponde como organización social con capacidad para liderar cambios.

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