Los motivos de este Blog

La situación política y social en Cuba a partir del 23 de febrero de 2010 marca un antes y un después.
Un gobierno no pueder dejar que un ciudadano muera por inanición y malos tratos en prisión.
La muerte de Orlando Zapata Tamayo ha dejado al régimen castrista sin justificación alguna para perpetuarse en el poder, ha roto el entramado de cambios en las relaciones internacionales (como la Posición Común) y muestra que los viejos revolucionarios van a morir matando.
Cualquier aportación para conseguir que Cuba no se convierta en un baño de sangre, será fundamental.
Yo apuesto por una transición pacífica a la democracia y la economía libre. A ello dedicaré estas reflexiones.

viernes, 9 de abril de 2010

El castrismo ¿ciego y sordo? No. En absoluto

El castrismo no se mantiene ciego y sordo ante las protestas que emergen de la sociedad civil o en los distintos países del mundo. No sólo están atentos a la situación interna en la Isla, sino también a la reacción internacional de las democracias, sobre todo la Unión Europea, hacia los atropellos cometidos con los presos políticos, los disidentes y las Damas de Blanco.
Que nadie piense que, un régimen que ha dado muestras más que suficientes de su capacidad para sortear momentos especialmente complicados a lo largo de tantos años de existencia, no tiene capacidad para escuchar, analizar y desentrañar el estado de la opinión pública, y aplicar los métodos más convenientes para garantizar su único objetivo: permanecer en el poder.
Quienes piensen que el castrismo no escucha ni ve lo que sucede a su alrededor, está sencillamente, equivocado.
El castrismo sabe muy bien lo que sucede en Cuba. Y actúa de la forma que considera más conveniente para sus objetivos.
Desde hace años, los sistemas de análisis sociológico y de evaluación de la opinión pública dentro de la Isla se han ido especializando y adquiriendo cada vez más capacidad y sofisticación, con estrechos vínculos con la cúpula de poder que dirige el país. El castrismo ha mostrado una extraordinaria habilidad para escudriñar, perseguir, acosar e intimidar a cualquier sector de la sociedad que levantaba su voz, y ha sido capaz de ello, porque previamente contaba con la información necesaria para cortocircuitar cualquier movimiento adverso.
Por ese motivo, no ceden. Y acusan a los presos políticos de mercenarios, y a los disidentes de lacayos al servicio del Imperio. Y atacan a las Damas de Blanco con impunidad en sus protestas pacíficas en las calles de la Habana. Y sacan a los batallones de respuesta rápida para intimidar a los miembros de una familia de opositores. Y mantienen una situación de tensión en la Isla para atemorizar a los sectores de la población, la iglesia, los defensores de derechos humanos, las cooperativas independientes, los profesionales organizados, dispuestos a protestar porque ya no aguantan más al régimen. Represión, control y vigilancia, uso del miedo sin límites, son las armas que utiliza la dictadura castrista para enfrentarse a un enemigo peligroso que tiene dentro de la Isla, un enemigo al que, menosprecia, teme y qué duda cabe, pretende extinguir de cualquier modo.
A nivel internacional, las embajadas del régimen han actuado como focos de investigación y análisis continuo de la opinión pública internacional, desplegando iniciativas de forma directa o indirecta, vía apoyo económico a entidades y personas más o menos afines, para reivindicar la gestión de la “revolución”, y en un buen número de casos, recurriendo a la extorsión y el chantaje como medio de doblegar voluntades. Todavía se recuerda la existencia de cámaras de televisión en las calles de La Habana y en los hoteles para grabar escenas de turistas y personajes de cierta relevancia con el objetivo de silenciar sus voces de crítica o protesta.
Por ese motivo, la reacción internacional del régimen es “acusar al Imperio” de poner en marcha una campaña sin precedentes contra la Isla. El embargo se queda pequeño. Ahora se trata de una campaña de aislamiento, hostigamiento y de marcado carácter belicista para acabar con la “revolución”. Y se pide el apoyo expreso de aquellos pocos que todavía defienden el castrismo, como Willy Toledo o Santiago Carrillo, que compara a los presos políticos cubanos con las muertes en Afganistán. Y sin quebrar la voz, se ataca a la Unión Europea, a cualquier país del mundo que se mantiene ético y digno hacia la barbarie del comunismo en Cuba. Ya lo creo que escuchan y actúan.
El dominio de los medios de comunicación social, la prensa, radio y televisión únicas, vinculadas al partido único, al mensaje único que emana directamente del poder omnímodo de los Castro, ha servido para centralizar el pensamiento, la acción y reacción de todos los sectores sociales de la Isla, en torno al régimen. Ese es el gran reto que tienen los disidentes y opositores al régimen dentro de Cuba. No va a resultar fácil actuar contra esa barrera, si previamente no se producen movimientos de transformación. Raúl Castro lo sabe, y por eso, niega de forma sistemática cualquier apertura informativa en la Isla. A la prensa independiente se la criminaliza, a los blogueros simplemente se les considera enemigos de Cuba y se les aplica la legislación penal.
Por todo ello, no conviene pensar que el régimen castrista está ciego o sordo. Es responsable directo de todo lo que está ocurriendo, y de lo que ya ha sucedido, como la muerte en prisión de Orlando Zapata Tamayo. Es culpable de que Fariñas, y otros siete presos y disidentes se mantengan en una huelga de hambre que pone en peligro sus vidas. Pero que han mostrado al mundo, y sobre todo a Moratinos, que sigue convencido de que es necesario hablar con el castrismo para ayudar a los presos políticos, que están firmes en sus convicciones, que son personajes que ya han pasado a la historia de Cuba, y que con su gesta heroica están arrastrando a muchos a una posición en la que nos hemos mantenido durante años: el castrismo no sirve, y hace falta sustituirlo ya por la democracia.

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