La miseria humana no tiene límites. En las dictaduras, los que ejercen el poder de forma despreciable, aprovechan todos sus medios para destruir a los que califican como enemigos, que no adversarios. La dictadura comunista es implacable, y como hemos visto en “La vida de los otros”, los carceleros terminan siendo repartidores de propaganda cuando la normalidad se hace realidad tras una transición.
En Cuba, de la forma más criminal y abyecta, Granma en su edición de hoy domingo, se ha dedicado a ensuciar el curriculum de Orlando Zapata Tamayo para encubrir las responsabilidades de un crimen de estado que provoca repugnancia a toda la sociedad. Mejor habría sido el silencio. Ese silencio al que nos tienen acostumbrados los que eliminan cualquier posibilidad de libertad de expresión: el periódico único, el canal de televisión único, el partido único, el sindicato único, y todo girando alrededor del poder despótico de dos canallas que merecen el desprecio de todo el mundo por su capacidad para engañar y destruir todo lo que tocan.
No puedo sentirme más que contrariado de la lectura de Granma sobre la crónica de la vida de Zapata. Allá ellos con su responsabilidad. Confían en que la banda de plumas agradecidas que se pasean por los restaurantes y hoteles de lujo de La Habana y Varadero a costa del gobierno comunista, que sin embargo mantiene a la población con libretas de racionamiento durante medio siglo, termine glosando en algún foro de difusión muy limitada, las glorias de la “revolución” y la “eterna culpa” de los Estados Unidos de América.
Ese es el proceder del comunismo castrista. Ese es el modo de actuar de quiénes eliminan cualquier opinión alternativa, o cualquier expresión libre.
No hay espacio para la disidencia en Cuba, ni siquiera con el respeto a los muertos. Cuando alguien se separa del tronco único estalinista, se le elimina, así de simple, así de cruel. Lo que están haciendo con Orlando Zapata Tamayo es un ejemplo de que no saben qué hacer, de que se sienten culpables y de que en vez de asumir su responsabilidad, lanzan sobre otros el peso de la culpa. Mísera condición humana que esta vez no admite justificación.
Por eso, el 20% de la población cubana ha escapado de la Isla en busca de la libertad. Nadie, en su sano juicio, puede sentirse libre bajo la presión de un régimen que sólo aspira a eternizarse en el poder, y a hundir sus raíces en la miseria humana, actuando como actúa Granma esta vez.
Creo que todos debemos aprender una lección de esta experiencia. No hagamos lo mismo con los que, el día después, queden en Cuba bajo la nueva realidad democrática y de respeto a los derechos humanos que, el devenir de los tiempos, traerá a nuestra Isla. Entonces, la grandeza de la democracia actuará igual que con el espía encarnizado que vigilaba al protagonista de “La vida de los otros”. Les convertiremos en pacíficos repartidores de propaganda, eso que saben hacer tan bien, y que es lo único que les queda para aplastar cualquier vestigio de libertad y democracia en el castrismo.
domingo, 28 de febrero de 2010
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