Los motivos de este Blog

La situación política y social en Cuba a partir del 23 de febrero de 2010 marca un antes y un después.
Un gobierno no pueder dejar que un ciudadano muera por inanición y malos tratos en prisión.
La muerte de Orlando Zapata Tamayo ha dejado al régimen castrista sin justificación alguna para perpetuarse en el poder, ha roto el entramado de cambios en las relaciones internacionales (como la Posición Común) y muestra que los viejos revolucionarios van a morir matando.
Cualquier aportación para conseguir que Cuba no se convierta en un baño de sangre, será fundamental.
Yo apuesto por una transición pacífica a la democracia y la economía libre. A ello dedicaré estas reflexiones.

jueves, 9 de septiembre de 2010

El nuevo Fidel Castro ante el mundo

Visitando acuarios, atacando al máximo líder de Irán por antisemitismo, reconociendo responsabilidades personales directas en las atrocidades cometidas contra los homosexuales en Cuba, inventando guerras nucleares para una fecha determinada y ahora, por si no fuera suficiente, reconociendo el fracaso de la economía totalitaria estalinista diseñada por el mismo para sustentar su poder político, aparece un nuevo personaje mediático llamado Fidel Castro ante el Mundo, y los medios se entregan a la ardua tarea de difundir sus mensajes. ¿Es éste el fin de Fidel Castro, o es que estamos soñando?
¿Qué debe conocer este personaje, acostumbrado a inmolarse con ideas y pensamientos absurdos, para “tirar la toalla” de esta manera? ¿Es que ya no tiene capacidad para controlar los movimientos que, a buen seguro, se están produciendo dentro de su propio régimen político para descabezarlo? O es que ¿acaso piensa que el castrismo puede terminar de forma violenta a la Ceaucescu en Rumania, en medio de la crisis permanente a la que ha arrojado a la sociedad cubana, y se prepara para lo que ha de venir?
Me temo que algo de eso puede estar ocurriendo, o tal vez todo junto. Hace muchos años, cuando se comenzó a reflexionar sobre cómo podría ser el final de un régimen como el diseñado por Fidel Castro para Cuba, la idea más extendida insistía en la pérdida de confianza interna y externa sobre un modelo que sólo puede funcionar con la personalidad de un líder. Las dictaduras mueren con quién las crea, la sucesión de poder dinástica en el autoritarismo rara vez cuaja. Las sociedades evolucionan por muy estrechos que sean sus márgenes, y la sociedad cubana sin Fidel Castro durante casi un lustro, no entiende la continuidad dinástica de Raúl. A nivel externo, la confianza también disminuye y nadie quiere apostar por un incierto.
Lo que Fidel Castro está haciendo es tratar de recuperar y consolidar el poder omnímodo que perdió tras su alejamiento de la cúpula que dirige el país, y que se le escapa de las manos con la entrada en escena de nuevos actores políticos, por ejemplo, su hermano, la hija de su hermano, el cardenal, las Damas de Blanco, los grupos de la disidencia y oposición interna, los presos políticos.
Y en esa estrategia, posiblemente de diseño propio, reconoce todo lo que sea necesario para recuperar el poder, porque sabe mucho más. En sus datos puede figurar que a corto plazo, el país menos competitivo de América, según el reciente informe del World Economic Forum, Venezuela, quién le sostiene con el dinero del petróleo, no podrá seguir dándole apoyo por más tiempo, ante la acumulación de problemas económicos que afronta el país, y la previsible alternancia en las urnas. Esa es una grave preocupación para quién está acostumbrado a recibir financiación gratis del exterior para destinarla a actividades improductivas.
También es posible que sepa que los presos terroristas cubanos, detenidos y juzgados por tribunales democráticos y con una justicia democrática en Estados Unidos, la denominada Red Avispa, no van a salir de prisión, por mucha solidaridad marginal que pueda recabar en el mundo, y que cumplirán sus penas íntegras por la grave amenaza que provocaron a ciudadanos pacíficos en la Florida. Al menos, tuvieron una justicia democrática e independiente, lo que Fidel Castro niega en Cuba a los presos políticos, como los que fueron detenidos en la Primavera negra de 2003.
Y es también probable que sus preocupaciones giren en torno a las consecuencias que se puedan derivar de su responsabilidad en los ataques letales a Hermanos al Rescate, en las campañas bélicas antiimperialistas que organizó en los años 60 y 70, y todos esos episodios lamentables que, el paso del tiempo, llevará a su desclasificación y conocimiento público.
También su preocupación le puede venir por el temor a que la Unión Europea le considere un dictador al que no vale la pena atender ni tener en cuenta, por el daño que ha causado manteniendo y reforzando la temida Posición Común.
Por todo eso, Fidel Castro está preocupado. Y no es para menos. Ni los discursos a las 7 y media de la mañana en el paraninfo de la Universidad dirigidos a estudiantes soñolientos y aburridos que ni le entienden cuando habla, ni tampoco el apoyo residual y marginal de sectores de la izquierda trasnochada que aún le observan como un dirigente al que respetar, le va a servir de mucho. Su destrucción económica, moral y social de Cuba le va a suponer el pago de un alto precio. Tan alto, que ni la historia le va a querer absolver. Tal vez vea en vida la desaparición de su régimen. El sueño de varias generaciones de cubanos.

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