En la película “Good bye Lenin”, el protagonista trata por todos los medios de que su madre, una dirigente comunista radical de la antigua RDA, que se va a morir en poco tiempo, no llegue a conocer los cambios producidos tras el derrumbe del muro de Berlín, después de haber superado un coma durante los ocho meses clave que transcurren entre finales de 1989 y el verano de 1990.
Y no sé por qué se me antoja que con Fidel Castro está ocurriendo algo parecido. Después de tres o cuatro años fuera de combate, con un pie más allá que acá y convertido en desaparecido escritor de las tristes portadas de Granma, de pronto, aparece en escena, y como si alguien estuviera empeñado en mostrarle que nada ha cambiado, se dedica a hacer de las suyas.
Y así, en menos de una semana, hace acto de presencia en dos organizaciones de investigaciones científicas y económicas en Cuba, visita un Acuario, se reúne con los embajadores cubanos en el exterior y participa en una mesa redonda informativa con Randy Alonso. Un despliegue que algunos atribuyen a su deseo de volver de nuevo a la política de primera fila, como si estuviera en campaña electoral a la secretaría general del Partido comunista.
Yo no pienso que sea así. Fidel Castro está jugando un papel que, posiblemente otros le dejen jugar. Insisto, me recuerda y mucho a la protagonista de “Good bye Lenin” cuando le hacen una fiesta de cumpleaños en su dormitorio, y empieza a descubrir por diversos signos que aquel mundo idílico en la que ella, como comunista destacada era feliz, yo no existe o parece que ha desaparecido.
Sin embargo, quiénes la rodean, en concreto su hijo, por la lástima que siente ya que sabe que va a morir, trata de distorsionar y ocultar la realidad, llegando a convencerla de que son los alemanes del oeste los que han cruzado el muro hacia el este, cansados de tanta explotación y sufrimiento, y que lo que quieren es cantar como “pioneros” en las escuelas, y comer esos pepinillos repugnantes de la RDA, que desaparecen de los almacenes sustituidos por los holandeses, más baratos y de mejor calidad.
Fidel Castro es esa ex comunista de la RDA, que cree que todo sigue siendo como era, o incluso mejor, porque existe alguien interesado en que sea así, en esconderle la realidad, en que no vea que hay algo distinto. Y que se morirá creyéndose la historia que le han construido los que le rodean para que no sufra. Lean hoy el Mensaje que dirige a Mandela y que se publica en Granma. En mi opinión, no tiene desperdicio.
Fidel Castro le pide a Mandela que no acepte a los que antaño apoyaron el appartheid, y termina con algún mensaje relativo a esa idea enloquecida de una guerra atómica con la que anda atemorizando a quién le quiere escuchar. No sólo llega tarde, sino que al hacerlo así, no consigue otra cosa que mostrarse como es, tal y como siempre ha sido, un pozo oscuro de rencor y de odio contra todo lo que se mueve, que no tiene justificación para alguien que, a lo largo de su vida, ha hecho todo lo que le ha venido en gana sin importarle nada ni nadie.
Tal vez debería aprender de Mandela, y de su gran obra de construcción y reconciliación nacional, pero eso, para quién está viviendo un mundo irreal como el de “Good bye Lenin” es ya muy tarde.
lunes, 19 de julio de 2010
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