Los motivos de este Blog

La situación política y social en Cuba a partir del 23 de febrero de 2010 marca un antes y un después.
Un gobierno no pueder dejar que un ciudadano muera por inanición y malos tratos en prisión.
La muerte de Orlando Zapata Tamayo ha dejado al régimen castrista sin justificación alguna para perpetuarse en el poder, ha roto el entramado de cambios en las relaciones internacionales (como la Posición Común) y muestra que los viejos revolucionarios van a morir matando.
Cualquier aportación para conseguir que Cuba no se convierta en un baño de sangre, será fundamental.
Yo apuesto por una transición pacífica a la democracia y la economía libre. A ello dedicaré estas reflexiones.

miércoles, 23 de febrero de 2011

23F: Homenaje a Orlando Zapata Tamayo

Ante el primer aniversario de la muerte en prisión castrista de Orlando Zapata Tamayo, un defensor de las libertades y la democracia en Cuba, a Fidel Castro no se le ocurre mejor cosa que salir en defensa de Gadafi. Era de esperar. Antes de sentirse responsable de sus actos y de la muerte de un inocente, cualquier cosa vale.

Y nada mejor que elogiar la labor de un buen amigo del régimen castrista, buen suministrador de petróleo y de otros productos que, para Cuba, estaban vedados en los mercados internacionales, por su debilidad financiera. El viejo Gadafi, encerrado en su vestimenta de general, de no se sabe bien de qué ejército, rodeado de sus vírgenes y de esa estampa que aún fascina a sectores trasnochados de la izquierda europea, va a servir a Fidel Castro para lanzar una mancha de tinta, como hace el calamar, cuando las cosas se ponen feas.

Pero hoy 23F toca hablar de Orlando Zapata Tamayo y dejar bien claro al comunismo cubano que las cosas no son así. Durante el último año, el régimen castrista aún no ha dado una respuesta a la familia de Orlando Zapata por su muerte en prisión. Ni siquiera una justificación que no la tiene. Aún se recuerda la sonrisa cruel y cínica de Raúl Castro en presencia de Lula da Silva cuando fue preguntado por los periodistas sobre la muerte de Zapata, durante la visita a Cuba del mandatario brasileño. Aquella media sonrisa, difundida a nivel internacional por las cámaras de televisión, es el ejemplo más evidente de quién sabe que sus días están contados al frente del poder, del que no se siente legitimado para continuar, y de quién se sabe acorralado por sus ineficiencias y torpezas.

Ni tampoco se han autorizado las demandas de la familia para incinerar el cadáver, para facilitar el traslado al exilio en Estados Unidos. En vez de compadecer la muerte de un inocente, no digamos ya compensar su fallecimiento en prisión, lo que debería llevar la correspondiente responsabilidad administrativa y penal, el régimen castrista mantiene la represión sobre la familia de Zapata Tamayo, en concreto sobre esa mujer admirable que es Reina Luisa, a la que las turbas de castristas desenfrenados y movidos por lazos de servilismo, se encargan de hacerle imposible la vida allá en Banes, lejos de La Habana, donde reporteros y medios internacionales tienen dificultades para llegar. La cárcel en la que se ha convertido Cuba, con un aumento sin precedentes de la represión y la intimidación a los opositores y disidentes, para que no puedan salir a las calles en demanda de libertades y de mejores condiciones de vida, se prepara para cualquier conato de protesta.

El régimen castrista se encuentra sorprendido, y a la vez atemorizado, de la virulencia con la que caen los gobiernos tiránicos del norte de África y el Magreb. Fidel Castro culpó a Mubarack de los altercados en Egipto, en uno de esos espacios que todavía conserva para divulgar sus ideas. Mubarack para Castro era un mal gobernante, que tenía sometido a su pueblo. Daría cualquier cosa porque el pueblo de Cuba tuviera los márgenes de libertad y las condiciones de vida medias que existían en Egipto en tiempos de Mubarack. Y desde luego, el sueño de cualquier demócrata cubano no es situar a Cuba en la referencia de los regímenes tiránicos del norte de África, sino en el concierto de las naciones occidentales, liberales y democráticas, de las que nunca se debió separar.

Orlando Zapara murió en prisión por defender sus ideales. Su lucha es un mensaje claro para todos los que soñamos con una Cuba democrática sin los Castro. Un aniversario que no conviene olvidar, y que tenemos que mantener en la memoria para la futura democracia cubana en la que Zapata tendrá el papel y el reconocimiento que merece.

Desde estas páginas me solidarizo con él, con sus ideales y principios, con su valentía. Me solidarizo con su familia, en particular con su madre, Reina Luisa, una mujer valiente que está luchando contra la opresión del régimen más despiadado y cruel de América Latina. Y me solidarizo con todos los cubanos que día a día, en la Isla, y en cualquier parte del mundo, soñamos con un mundo mejor en paz y libertad, para Cuba y para todos.

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