Los motivos de este Blog

La situación política y social en Cuba a partir del 23 de febrero de 2010 marca un antes y un después.
Un gobierno no pueder dejar que un ciudadano muera por inanición y malos tratos en prisión.
La muerte de Orlando Zapata Tamayo ha dejado al régimen castrista sin justificación alguna para perpetuarse en el poder, ha roto el entramado de cambios en las relaciones internacionales (como la Posición Común) y muestra que los viejos revolucionarios van a morir matando.
Cualquier aportación para conseguir que Cuba no se convierta en un baño de sangre, será fundamental.
Yo apuesto por una transición pacífica a la democracia y la economía libre. A ello dedicaré estas reflexiones.

viernes, 29 de octubre de 2010

La promoción de la participación de la sociedad civil en Cuba

Creo que hay que dar la bienvenida a la nueva Fundación para el Cambio Participativo, una iniciativa impulsada por varios grupos de disidentes y opositores en Cuba, como Agenda para la Transición, el Consejo Nacional por los derechos civiles y el Partido Liberal de la República de Cuba, que pone de manifiesto, una vez más, la existencia, como nunca antes, de un pulso muy fuerte entre el gobierno comunista y las fuerzas de la sociedad civil, cuyo desenlace nadie puede prever.
Es cierto que para llegar a esta situación se han tenido que producir acontecimientos lamentables, como la muerte de Orlando Zapata en la cárcel castrista el pasado 23 de marzo. Pero la situación interna en Cuba no es la misma, eso es innegable, y el régimen ha visto como se pierde progresivamente el miedo hacia su poder, inmerso en la acumulación de anomalías derivadas del pésimo funcionamiento de la economía y la generalización de la corrupción a todos los niveles del aparato político estatal.
La sociedad civil en Cuba late con fuerza en este último tramo de 2010. Esta es una buena noticia. Junto a las Damas de Blanco, un ejemplo de ética y coraje que han sido capaces de sobreponerse a los actos de violencia y represión de una pandilla de agitadores de la seguridad del Estado, Guillermo Fariñas, premio Sajarov del Parlamento europeo, son los símbolos de una nueva fuerza social que va ganando posiciones en la Isla.
El objetivo de la nueva Fundación es encomiable, “promover más participación y diálogo de la sociedad civil independiente en asambleas y espacios oficiales”. No es una tarea fácil, y van a tener que emplearse a fondo en la consecución de este objetivo. En las últimas elecciones municipales celebradas hace unos meses, varios dirigentes de grupos opositores y disidentes intentaron sin éxito aprovechar los resquicios de la legislación castrista para obtener una representación en los procesos de nominación celebrados en las calles y barrios de las ciudades de Cuba, dentro de ese peculiar sistema de nombramiento de cargos ya electos, todo bajo el estricto control del único partido, el comunista.
La Fundación para el Cambio Participativo, a la que le deseo los mayores éxitos en el logro de sus objetivos, por el bien de todos los cubanos, se concibe como un proyecto inteligente, dirigido a promover “reajustes tácticos” en el funcionamiento de los grupos disidentes y opositores, después de que el gobierno castrista haya venido utilizando a la jerarquía de la iglesia católica como interlocutor en los procesos de excarcelación y destierro de presos políticos.
Su objetivo es también poder expresar abiertamente sus puntos de vista en relación con las reformas económicas emprendidas por Raúl Castro. La búsqueda de espacios de diálogo y negociación política entre régimen y oposición es algo de una importancia incuestionable.
No me cabe la menor duda que el castrismo, en este último tramo de su existencia, no va a ceder en sus posiciones de rechazo al diálogo con cualquier opción democrática plural. Su planteamiento ha sido siempre muy claro al respecto. Si el régimen dispone del mejor modelo de funcionamiento político, para qué cambiarlo. La cuestión es que, hasta ahora, no se había encontrado con un nivel de cuestión tan alto en la sociedad civil cubana, por lo que su preocupación va en aumento. El castrismo se ha adueñado, desde sus inicios en los años 60, de las calles de Cuba, de las asambleas de obreros y estudiantes, de la cultura, de cualquier canal activo de expresión de la sociedad civil cubana. La oposición y la disidencia, tan sólo disponía, en tales condiciones, de una opción, el exilio o la marginación.
Por eso, el objetivo de la nueva Fundación dirigido a “promover” y “convencer” a los grupos de la “sociedad civil independiente” para que retomen su “papel ciudadano”, interactúen con las autoridades y contribuyan con su opinión a los cambios en Cuba, me parece muy interesante, y dada la composición de los grupos que integran este proyecto, no me parece que haya que desconfiar de sus objetivos y fines. Esta organización puede hacer mucho en defensa de los cambios económicos que se están produciendo en Cuba. No me cabe la menor duda. La pérdida de empleo y la transición hacia nuevas ocupaciones y actividades va a generar en amplios sectores de la sociedad cubana una incertidumbre que debe encontrar cauces abiertos de expresión, que hagan efectivo el valor de la protesta, recoger información sobre lo que piensa la sociedad y propiciar su difusión.
Es por ello que doy mi apoyo a la Fundación, y desde aquí les ofrezco mi modesta contribución para divulgar en el exterior los resultados de sus estudios e informes, así como de la actividad que van a desempeñar en la Isla. En el proceso de transición a la democracia en Cuba, estamos en el momento de la política. Momentos como éste se vivieron en otras dictaduras, como la franquista, con la eclosión de organizaciones democristianas y tecnócratas que fueron trasladando una imagen de moderación y de cambio a las obsoletas estructuras falangistas hasta su definitiva desaparición. No se si el ejemplo puede servir para el caso de Cuba, salvando las distancias, pero la apuesta de la Fundación merece nuestra atención y estímulo.

miércoles, 27 de octubre de 2010

¿Ashton a la zaga de Moratinos?

Con su decisión de no responder al gobierno cubano por el tono despreciativo de las declaraciones del ministro de exteriores, Bruno Rodríguez, hacia la decisión de la UE de mantener la Posición Común, Catherine Ashton, la responsable de la diplomacia europea, se convierte en sucesora directa de Moratinos, un papel que, desde luego, no le recomendamos.
Moratinos fue capaz de aguantar lo inconfesable al régimen castrista, de soportar vejaciones, insultos, menosprecios. Nunca antes la imagen de España en Cuba había sido tan negativa, como consecuencia de esa política de relaciones con la dictadura comunista, consistente en aplicar el “buenismo” ante un sistema político que sólo entiende la “batalla” y el “enemigo” como lenguaje de permanencia. Moratinos se empeñó en modificar la Posición Común, tal vez por razones que nunca podamos comprender desde una defensa de la democracia y los derechos humanos en Cuba. Trató de defender los intereses económicos de las empresas españolas establecidas en la Isla, pero siempre eran las últimas en cobrar, mientras que la deuda con España se ha multiplicado por tres en estos últimos años. Moratinos despreciaba a la oposición interna en sus reuniones y visitas a Cuba, en un gesto de quedar bien con las autoridades, y al final, su conciencia le ha llevado a dar una solución humanitaria a los 39 presos liberados de las cárceles castristas que han sido desterrados a España. Al final, ni siquiera el cálculo de un posible trasvase de voto de la izquierda hacia el PSOE al apoyar al régimen de los Castro, ha funcionado bien. Las últimas encuestas otorgan a la coalición de izquierdas más del 6% en intención de voto, mientras el PSOE se desangra por su flanco izquierdo y de derecha. En suma, un balance muy negativo.
El problema es que, Ashton quiere seguir el mismo modelo, y en contra de lo que debería hacer, que es cerrar cualquier diálogo con los representantes de la dictadura comunista hasta que no se produzca una reacción diplomática de disculpa al deslenguado Rodríguez, encargado ahora de actuar como portavoz del régimen, entiende que lo que se debe hacer “sondeará posibles vías de acercamiento con La Habana”.
La reflexión que los 27 han iniciado para evaluar la eventual modificación de la Posición Común y su sustitución por un acuerdo bilateral, debería conducir a un nuevo modelo de relaciones con una dictadura que sigue manteniendo en prisión a personas cuyo único delito es pedir democracia, pluralismo político y respeto a los derechos humanos. La cara amable del moratinismo político en las relaciones con Cuba, no es la mejor estrategia con quien se niega a abrir espacios de diálogo, a hacer política democrática. En vez de atender las demandas de las democracias europeas, el régimen comunista de La Habana se va a Naciones Unidas a buscar una nueva condena de un embargo que, sólo tiene justificación por la incapacidad y la incompetencia de los gestores de la economía.
El castrismo ya ha dicho su última palabra, al señalar que “Europa sueña si pretende normalizar relaciones con Cuba sin modificar la Posición Común”. Esa actitud chulesca y chantajista, no exenta de violencia contenida más propia de quién se sabe fracasado y sin alternativas, es la misma que utilizaron los pilotos criminales que atentaron contra las pacíficas avionetas de Hermanos al Rescate en 1996 provocando la muerte de pilotos civiles cubanos residentes en Estados Unidos.
Hay más cosas que la mera reflexión que puede hacer la Unión Europea para promover la democracia y la libertad en Cuba. Por ejemplo, reivindicar la presencia de Fariñas en la entrega del Premio Sajarov, conseguir su salida de la Isla, y su regreso, en condiciones de normalidad absoluta. Ese derecho a entrar y salir de su propio país, no lo tienen muchos miles de ciudadanos cubanos, cuyo único delito es disentir de la ideología comunista. La Unión Europea puede aislar al régimen de La Habana. No es cierto que esa política beneficie al comunismo o perjudique al pueblo cubano. El aislamiento político, la supresión de cualquier programa de ayuda gratuita, debe ser el resultado de una decisión valiente que lleve al régimen, a la cúpula dirigente y a los sectores más abiertos a los cambios, a entrar en un proceso de reflexión conducente a una crisis en profundidad de un sistema en el que nadie cree. Esa es la estrategia más adecuada en este momento, y es la que proporciona el ministro de exteriores cubano con su “chantaje valentón” hacia la Unión Europea.
Ashton debe aprender de los fracasos de Moratinos cuanto antes. Por lo pronto, Trinidad Jiménez, mucho más pragmática y experimentada que su antecesor, ha jugado con inteligencia, apartándose de todo el proceso, y dejando todo el asunto en manos de la diplomacia exterior de la Unión. Es un momento magnífico para que Estados Unidos y la Unión Europea estrechen lazos para facilitar la transición a la democracia en Cuba y aislar a los Castro a un destino final que sitúe a su régimen en el plano de la realidad de lo que siempre ha sido: una vulgar dictadura que se basa en la opresión, la represión y la miseria.