Uno de los emblemas de la “propaganda” castrista, el que hemos tenido que soportar estoicamente de los defensores de este sistema político, cada vez más aislado en el mundo, es el de los “éxitos de la educación”. Décadas y décadas hablando de lo mismo, y sin salirse del discurso que gira en torno a un círculo vicioso de gasto, despilfarro y pésima gestión, conducen a un modelo que, la experiencia de los años, ha mostrado que tiene indudables deficiencias y que, en modo alguno, permite sostener una visión de futuro para la economía y la sociedad cubana del futuro.
Y me explico. En un artículo en Granma titulado “Coordenada para el ingreso a la educación superior” se pone de manifiesto el pésimo funcionamiento del modelo.
Primero, porque no puedo aceptar que en Cuba antes de 1959 no existiera un sistema educativo capaz y orientado por criterios mucho más eficientes que los desplegados por la doctrina totalitaria. Yo fui alumno en los años 60 de profesores cuya edad, desde luego, era anterior al triunfo de los “revolucionarios”. Y quiero dejar testimonio de su valía, de su capacidad para enseñarme a aprender, y a ellos debo, qué duda cabe, buena parte de mi trayectoria profesional.
Nunca les negaré su parte en el proyecto, como tampoco voy a aceptar que aquellos docentes fueran el resultado de la aplicación de las doctrinas castristas. Más bien todo lo contrario. Como más de dos millones, terminaron aburridos de las consignas ideológicas y de la barbarie de un gobierno que a los seres humanos lo más preciado que pueden tener: la libertad.
Y si pude beneficiarme de aquellos profesores, cuyo nombre aún recuerdo, también padecí en años de mi educación primaria y secundaria, lo que serían experimentos de una absurda ideología empeñada en “educarnos en el campo”, condicionar nuestra elección de futuro profesional en aras a no se sabe muy bien qué ideología o partido, y sobrellevar de la mejor forma posible aquellos cánticos y discursos de “seremos como el ché” y la uniformidad permanente de los pioneros. Una “gran experiencia educativa” que la propaganda castrista, que siempre ha contado con abundantes recursos, se ha encargado de presentar como una gran gesta de la humanidad. De hecho, en todos los informes anuales de organismos internacionales, el castrismo aparecía con notables records en materia educativa, mientras que las cartas llegaban llenas de faltas de ortografía, los textos sin posible comprensión y el deterioro de la expresión iba en aumento.
Y ahora, el director de Ingreso y Ubicación Laboral, menudo título, del Ministerio de Educación castrista dice que hay que “formar profesionales capaces, que respondan a las necesidades actuales y futuras del país” estableciendo una vez más la “planificación”, de acuerdo con este objetivo, de las plazas aprobado para el acceso a la Educación Superior en el curso 2011-2012.
O sea, que 51 años después, en el castrismo se sigue sin poder estudiar lo que uno quiere libremente, para acceder a la universidad no sólo se tiene que obtener buenas notas, sino ser obediente del régimen, un buen pionero, un buen comunista, y al final te han formado durante media vida ¿para qué? Para ganar 240 pesos, unos 12 dólares al mes como médico, economista o arquitecto. ¿Qué les parece?
Por primera vez en 51 años, las autoridades educativas se han decidido a ofertar plazas en función de los "los requerimientos de la economía territorial". Cualquier análisis económico de la educación pone de manifiesto que formar y educar por el mero hecho de hacerlo, termina dando los resultados que existen en Cuba, donde los profesionales malviven con sueldos miserables, carecen de estímulos para su desarrollo y prefieren dedicar su tiempo a las actividades, mucho más rentables en el área del dólar, euro o de la moneda fuerte. El abandono escolar, incluso en un sistema donde la vigilancia y el control, se mantiene con especial incidencia en la vida cotidiana, es muy elevado.
Y en vez de escuchar a la voz de la economía, de las empresas, de los flujos económicos actuales y futuros, todo este grupo de burócratas y planificadores anuncian en Granma un plan “de manera colegiada, con la dirección del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social (MTSS), los organismos de la administración central del estado, los consejos provinciales y las entidades formadoras de la Educación Superior, para determinar los 46.341 nuevos ingresos aprobados, y destinar el 43 % a las carreras pedagógicas, el 15 % a las especialidades técnicas y el 5 % a las agropecuarias”.
Magnífica resolución, sí señor. Así es cómo se hacen las cosas. Un burócrata, convencido de tener el dominio absoluto de la realidad, decide que las plazas tienen que ser 46.341 ni una más ni una menos, y además las reparte con el criterio discrecional de 43%, 15%, 5% y así.
Les digo, de verdad, que no sé muy bien a dónde puede llegar todo este despilfarro de tiempo, recursos, imaginación y voluntad. Mientras que los llamados “Lineamientos” de Raúl Castro hacen una defensa mediocre de los emprendedores, a los que denominan “nuevas formas económicas”, las autoridades de Educación construyen un modelo planificado ajeno a cualquier planteamiento racional y de futuro, cuyo énfasis debe ser la vocación, la competencia, la libre elección y la libre prestación de los servicios educativos y formativos.
Es la misma pregunta de siempre. ¿Por qué toda la educación en Cuba debe ser pública y suministrada con cargo a unos presupuestos estatales cada vez más escasos? ¿Por qué no se abre la provisión de la educación a la iniciativa privada o la privada en colaboración con la infraestructura pública? ¿Qué impide a la Iglesia católica poder crear escuelas y centros universitarios en Cuba? ¿Por qué el castrismo quiere, de forma obsesiva, secuestrar el derecho a la libre educación de los ciudadanos cubanos?
La respuesta es evidente: para controlar más aun a la población. La vida de las personas se decide desde el nacimiento por el Estado, lo que deben beber de leche y lo que van a estudiar, por qué y para qué. Cómo se van a vestir y qué cánticos deben aprender. Todos como el Ché. El que quiera ser distinto, simplemente se le elimina o se le deja escapar. No hay alternativa.
Secuestrando el derecho a la libertad educativa y formativa, el castrismo cierra aspiraciones para los casi 52.000 estudiantes de enseñanza preuniversitaria convirtiéndolos en siervos de una ideología que ya no se justifica por su incapacidad para afrontar los retos de la sociedad de la información. Todos los mensajes hablan de racionamiento, de limitaciones, de autorizaciones, de distribuciones de la escasez. Lamentable para un país que ha venido exhibiendo durante mucho tiempo la educación como uno de los “logros” de la revolución. Visto desde esta perspectiva, es más un fracaso. ¿No les parece?
(Tomado de : www.miscelaneasdecuba.net).-
miércoles, 9 de marzo de 2011
lunes, 28 de febrero de 2011
¿Hasta dónde puede llegar la manipulación de la dictadura comunista de los Castro?
En ocasiones, cuando quien gobierna carece de interés por mejorar las cosas, o de antemano reconoce su incapacidad para atender las demandas sociales, lanza “bombas de humo” para esconder su incompetencia. El calamar, cuando se sabe en peligro, expulsa de su interior una oscura tinta que le hace más fácil escapar de su enemigo.
El régimen castrista ha dado muestras, más que suficientes, a lo largo de su historia, de actuar siguiendo este patrón irresponsable, cada vez que las cosas se ponen feas. Con el Norte de África convulso tras la caída de los antiguos socios del castrismo, en su mayoría sátrapas y dictadores que han destrozado a sus pueblos de la misma forma que lo ha hecho Fidel Castro y ahora su hermano Raúl, y con amplios sectores de la sociedad cubana cada vez más preocupados por su futuro inmediato, al régimen castrista no se le ocurre otra cosa que emitir ese reportaje sobre los espías y los delatores dentro de los grupos de la disidencia, que ha terminado siendo una ópera bufa de lo más oscuro, vergonzoso y bochornoso en lo que puede caer un gobierno.
Más propaganda de consumo interno dirigida a un público cada vez más limitado, y que se aproxima más a las rancias películas de James Bond de los años 60, que la realidad de un país en el que la preocupación de los cubanos por la futura eliminación de la canasta básica subsidiada y por los bajos salarios surge en cualquier punto del país, los turistas lo comentan abiertamente, nadie se calla y los primeros conatos de rebelión se escuchan en las empresas extranjeras, en los barrios y en cualquier sitio.
Sólo en estos términos se puede entender el programa reportaje que la televisión castrista ha realizado para desvelar la identidad de Moisés Rodríguez y de Carlos Serpa como agentes del espionaje castrista cuya única finalidad en la vida es descubrir las actividades de los opositores. Mientras que los cubanos discuten de otras cosas, como el bajo poder adquisitivo de los salarios, los obstáculos de los cuenta propistas para poder desarrollar sus proyectos, la elevada fiscalidad que recae sobre las nuevas actividades, el comercio que sigue paralizado o el transporte cada vez más deficiente, los Castro difunden en la televisión controlada por el Estado un reportaje en el que lo único que vale la pena es esa capitana, de nombre Mariana, cuyas dotes de actriz le valdrían un papel estelar en cualquier novelón venezolano. Es magnífica. La felicito.
El reportaje llega, además, en un momento especial para la secuestrada opinión pública cubana, presa de temor e incertidumbre ante el próximo VI Congreso del gobernante Partido Comunista, único autorizado por el régimen, en el mes de abril, que debe aprobar un programa, los llamados “Lineamientos” que son el origen del amplio malestar que se extiende por la sociedad.
Si en vez de difundir noticias infames sobre la vida y obra de personas de una dignidad probada y de una valentía fuera de todo contexto, como las Damas de Blanco o los grupos de opositores que día a día se juegan la vida contra un régimen infame que los condena a prisión sin ningún problema y los considera “enemigos” y no adversarios, se preocuparan de atender de forma eficiente las demandas de la sociedad cubana, todo sería muy distinto.
Los cubanos, que hasta ahora han disfrutado de unos niveles mediocres de salud y educación gratuitas, se están preparando para lo peor, con salarios mensuales de 17 dólares, que apenas alcanzan para adquirir los alimentos básicos en los mercados agropecuarios. La amenaza de inflación está servida y la oscura lacra del desempleo masivo empieza a golpear a las destruidas viviendas de las familias cubanas.
Si en Cuba, como cualquier otro país del mundo, se divulgaran libremente datos de encuestas sobre lo que piensan los cubanos, podríamos comprobar que a los ciudadanos les trae sin cuidado la propaganda y la manipulación del régimen contra los opositores, y que preocupan mucho más los impuestos que deben pagar los propietarios de negocios, considerados altos, y sobre todo, la doble moneda, que genera grandes desigualdades entre los que tienen acceso al dólar o el euro, y los que no.
Los Castro, antaño protagonistas de una "gesta histórica" que tuvo y aún tiene en Europa a defensores que se muerden las uñas ante tanta acumulación de despropósitos, están perdiendo una oportunidad histórica para hacer las cosas de manera adecuada. Con este tipo de reportajes manipulados, vuelven a desenterrar el hacha de guerra y se tiene la impresión de que están preparando a los sectores residuales y marginales que aún se alimentan de los principios ideológicos de los desechos de la llamada “revolución”, para salir a la calle y provocar actos de repudio, con la mirada complaciente de la policía. Sucesos como los del “Maleconazo” en 1994 que sacaron a las masas a protestar contra el castrismo, están a punto de provocarse, y ahora con las cámaras de televisión circulando por las calles de La Habana, los móviles y muchos más medios de comunicación en internet, el silencio no servirá para la impunidad.
Sinceramente, como cubano español me produce desprecio un reportaje como el que presentó la televisión cubana sobre los disidentes. Acostumbrado a la libertad de expresión que existe en España, no puedo menos que aceptar este tipo de exposiciones barriobajeras, pero desde aquí denuncio que por ese camino difícilmente se avanzará hacia la necesaria reconciliación de todos los cubanos.
Recuerdo en España, como en época del dictador Franco, a los comunistas españoles del exilio se les presentaba más o menos igual. Luego resultó que eran un montón de ancianos simpáticos y "progres" que tuvieron su reconocimiento por la democracia española. La fuerte sociedad española de clases medias de aquella época tenía su mente puesta en otras cosas mucho más prácticas, como deshacerse del franquismo, lo que el Rey y Suárez hicieron con valor.
Ojalá que en Cuba sucediera lo mismo. Lo deseo de todo corazón, pero echo a faltar una sociedad de clase media (en Cuba existe una sociedad empobrecida por el modelo económico comunista del castrismo), un jefe de estado con voluntad democrática (en Cuba no existe) y un Suárez que, ojalá esté en algún sitio, esperando su momento más oportuno. Ojalá que reportajes como éste de los peones del imperio, no tengamos que sufrirlos más. Yo lo he visto una sola vez y ya le he dicho adiós.
El régimen castrista ha dado muestras, más que suficientes, a lo largo de su historia, de actuar siguiendo este patrón irresponsable, cada vez que las cosas se ponen feas. Con el Norte de África convulso tras la caída de los antiguos socios del castrismo, en su mayoría sátrapas y dictadores que han destrozado a sus pueblos de la misma forma que lo ha hecho Fidel Castro y ahora su hermano Raúl, y con amplios sectores de la sociedad cubana cada vez más preocupados por su futuro inmediato, al régimen castrista no se le ocurre otra cosa que emitir ese reportaje sobre los espías y los delatores dentro de los grupos de la disidencia, que ha terminado siendo una ópera bufa de lo más oscuro, vergonzoso y bochornoso en lo que puede caer un gobierno.
Más propaganda de consumo interno dirigida a un público cada vez más limitado, y que se aproxima más a las rancias películas de James Bond de los años 60, que la realidad de un país en el que la preocupación de los cubanos por la futura eliminación de la canasta básica subsidiada y por los bajos salarios surge en cualquier punto del país, los turistas lo comentan abiertamente, nadie se calla y los primeros conatos de rebelión se escuchan en las empresas extranjeras, en los barrios y en cualquier sitio.
Sólo en estos términos se puede entender el programa reportaje que la televisión castrista ha realizado para desvelar la identidad de Moisés Rodríguez y de Carlos Serpa como agentes del espionaje castrista cuya única finalidad en la vida es descubrir las actividades de los opositores. Mientras que los cubanos discuten de otras cosas, como el bajo poder adquisitivo de los salarios, los obstáculos de los cuenta propistas para poder desarrollar sus proyectos, la elevada fiscalidad que recae sobre las nuevas actividades, el comercio que sigue paralizado o el transporte cada vez más deficiente, los Castro difunden en la televisión controlada por el Estado un reportaje en el que lo único que vale la pena es esa capitana, de nombre Mariana, cuyas dotes de actriz le valdrían un papel estelar en cualquier novelón venezolano. Es magnífica. La felicito.
El reportaje llega, además, en un momento especial para la secuestrada opinión pública cubana, presa de temor e incertidumbre ante el próximo VI Congreso del gobernante Partido Comunista, único autorizado por el régimen, en el mes de abril, que debe aprobar un programa, los llamados “Lineamientos” que son el origen del amplio malestar que se extiende por la sociedad.
Si en vez de difundir noticias infames sobre la vida y obra de personas de una dignidad probada y de una valentía fuera de todo contexto, como las Damas de Blanco o los grupos de opositores que día a día se juegan la vida contra un régimen infame que los condena a prisión sin ningún problema y los considera “enemigos” y no adversarios, se preocuparan de atender de forma eficiente las demandas de la sociedad cubana, todo sería muy distinto.
Los cubanos, que hasta ahora han disfrutado de unos niveles mediocres de salud y educación gratuitas, se están preparando para lo peor, con salarios mensuales de 17 dólares, que apenas alcanzan para adquirir los alimentos básicos en los mercados agropecuarios. La amenaza de inflación está servida y la oscura lacra del desempleo masivo empieza a golpear a las destruidas viviendas de las familias cubanas.
Si en Cuba, como cualquier otro país del mundo, se divulgaran libremente datos de encuestas sobre lo que piensan los cubanos, podríamos comprobar que a los ciudadanos les trae sin cuidado la propaganda y la manipulación del régimen contra los opositores, y que preocupan mucho más los impuestos que deben pagar los propietarios de negocios, considerados altos, y sobre todo, la doble moneda, que genera grandes desigualdades entre los que tienen acceso al dólar o el euro, y los que no.
Los Castro, antaño protagonistas de una "gesta histórica" que tuvo y aún tiene en Europa a defensores que se muerden las uñas ante tanta acumulación de despropósitos, están perdiendo una oportunidad histórica para hacer las cosas de manera adecuada. Con este tipo de reportajes manipulados, vuelven a desenterrar el hacha de guerra y se tiene la impresión de que están preparando a los sectores residuales y marginales que aún se alimentan de los principios ideológicos de los desechos de la llamada “revolución”, para salir a la calle y provocar actos de repudio, con la mirada complaciente de la policía. Sucesos como los del “Maleconazo” en 1994 que sacaron a las masas a protestar contra el castrismo, están a punto de provocarse, y ahora con las cámaras de televisión circulando por las calles de La Habana, los móviles y muchos más medios de comunicación en internet, el silencio no servirá para la impunidad.
Sinceramente, como cubano español me produce desprecio un reportaje como el que presentó la televisión cubana sobre los disidentes. Acostumbrado a la libertad de expresión que existe en España, no puedo menos que aceptar este tipo de exposiciones barriobajeras, pero desde aquí denuncio que por ese camino difícilmente se avanzará hacia la necesaria reconciliación de todos los cubanos.
Recuerdo en España, como en época del dictador Franco, a los comunistas españoles del exilio se les presentaba más o menos igual. Luego resultó que eran un montón de ancianos simpáticos y "progres" que tuvieron su reconocimiento por la democracia española. La fuerte sociedad española de clases medias de aquella época tenía su mente puesta en otras cosas mucho más prácticas, como deshacerse del franquismo, lo que el Rey y Suárez hicieron con valor.
Ojalá que en Cuba sucediera lo mismo. Lo deseo de todo corazón, pero echo a faltar una sociedad de clase media (en Cuba existe una sociedad empobrecida por el modelo económico comunista del castrismo), un jefe de estado con voluntad democrática (en Cuba no existe) y un Suárez que, ojalá esté en algún sitio, esperando su momento más oportuno. Ojalá que reportajes como éste de los peones del imperio, no tengamos que sufrirlos más. Yo lo he visto una sola vez y ya le he dicho adiós.
miércoles, 23 de febrero de 2011
23F: Homenaje a Orlando Zapata Tamayo
Ante el primer aniversario de la muerte en prisión castrista de Orlando Zapata Tamayo, un defensor de las libertades y la democracia en Cuba, a Fidel Castro no se le ocurre mejor cosa que salir en defensa de Gadafi. Era de esperar. Antes de sentirse responsable de sus actos y de la muerte de un inocente, cualquier cosa vale.
Y nada mejor que elogiar la labor de un buen amigo del régimen castrista, buen suministrador de petróleo y de otros productos que, para Cuba, estaban vedados en los mercados internacionales, por su debilidad financiera. El viejo Gadafi, encerrado en su vestimenta de general, de no se sabe bien de qué ejército, rodeado de sus vírgenes y de esa estampa que aún fascina a sectores trasnochados de la izquierda europea, va a servir a Fidel Castro para lanzar una mancha de tinta, como hace el calamar, cuando las cosas se ponen feas.
Pero hoy 23F toca hablar de Orlando Zapata Tamayo y dejar bien claro al comunismo cubano que las cosas no son así. Durante el último año, el régimen castrista aún no ha dado una respuesta a la familia de Orlando Zapata por su muerte en prisión. Ni siquiera una justificación que no la tiene. Aún se recuerda la sonrisa cruel y cínica de Raúl Castro en presencia de Lula da Silva cuando fue preguntado por los periodistas sobre la muerte de Zapata, durante la visita a Cuba del mandatario brasileño. Aquella media sonrisa, difundida a nivel internacional por las cámaras de televisión, es el ejemplo más evidente de quién sabe que sus días están contados al frente del poder, del que no se siente legitimado para continuar, y de quién se sabe acorralado por sus ineficiencias y torpezas.
Ni tampoco se han autorizado las demandas de la familia para incinerar el cadáver, para facilitar el traslado al exilio en Estados Unidos. En vez de compadecer la muerte de un inocente, no digamos ya compensar su fallecimiento en prisión, lo que debería llevar la correspondiente responsabilidad administrativa y penal, el régimen castrista mantiene la represión sobre la familia de Zapata Tamayo, en concreto sobre esa mujer admirable que es Reina Luisa, a la que las turbas de castristas desenfrenados y movidos por lazos de servilismo, se encargan de hacerle imposible la vida allá en Banes, lejos de La Habana, donde reporteros y medios internacionales tienen dificultades para llegar. La cárcel en la que se ha convertido Cuba, con un aumento sin precedentes de la represión y la intimidación a los opositores y disidentes, para que no puedan salir a las calles en demanda de libertades y de mejores condiciones de vida, se prepara para cualquier conato de protesta.
El régimen castrista se encuentra sorprendido, y a la vez atemorizado, de la virulencia con la que caen los gobiernos tiránicos del norte de África y el Magreb. Fidel Castro culpó a Mubarack de los altercados en Egipto, en uno de esos espacios que todavía conserva para divulgar sus ideas. Mubarack para Castro era un mal gobernante, que tenía sometido a su pueblo. Daría cualquier cosa porque el pueblo de Cuba tuviera los márgenes de libertad y las condiciones de vida medias que existían en Egipto en tiempos de Mubarack. Y desde luego, el sueño de cualquier demócrata cubano no es situar a Cuba en la referencia de los regímenes tiránicos del norte de África, sino en el concierto de las naciones occidentales, liberales y democráticas, de las que nunca se debió separar.
Orlando Zapara murió en prisión por defender sus ideales. Su lucha es un mensaje claro para todos los que soñamos con una Cuba democrática sin los Castro. Un aniversario que no conviene olvidar, y que tenemos que mantener en la memoria para la futura democracia cubana en la que Zapata tendrá el papel y el reconocimiento que merece.
Desde estas páginas me solidarizo con él, con sus ideales y principios, con su valentía. Me solidarizo con su familia, en particular con su madre, Reina Luisa, una mujer valiente que está luchando contra la opresión del régimen más despiadado y cruel de América Latina. Y me solidarizo con todos los cubanos que día a día, en la Isla, y en cualquier parte del mundo, soñamos con un mundo mejor en paz y libertad, para Cuba y para todos.
Y nada mejor que elogiar la labor de un buen amigo del régimen castrista, buen suministrador de petróleo y de otros productos que, para Cuba, estaban vedados en los mercados internacionales, por su debilidad financiera. El viejo Gadafi, encerrado en su vestimenta de general, de no se sabe bien de qué ejército, rodeado de sus vírgenes y de esa estampa que aún fascina a sectores trasnochados de la izquierda europea, va a servir a Fidel Castro para lanzar una mancha de tinta, como hace el calamar, cuando las cosas se ponen feas.
Pero hoy 23F toca hablar de Orlando Zapata Tamayo y dejar bien claro al comunismo cubano que las cosas no son así. Durante el último año, el régimen castrista aún no ha dado una respuesta a la familia de Orlando Zapata por su muerte en prisión. Ni siquiera una justificación que no la tiene. Aún se recuerda la sonrisa cruel y cínica de Raúl Castro en presencia de Lula da Silva cuando fue preguntado por los periodistas sobre la muerte de Zapata, durante la visita a Cuba del mandatario brasileño. Aquella media sonrisa, difundida a nivel internacional por las cámaras de televisión, es el ejemplo más evidente de quién sabe que sus días están contados al frente del poder, del que no se siente legitimado para continuar, y de quién se sabe acorralado por sus ineficiencias y torpezas.
Ni tampoco se han autorizado las demandas de la familia para incinerar el cadáver, para facilitar el traslado al exilio en Estados Unidos. En vez de compadecer la muerte de un inocente, no digamos ya compensar su fallecimiento en prisión, lo que debería llevar la correspondiente responsabilidad administrativa y penal, el régimen castrista mantiene la represión sobre la familia de Zapata Tamayo, en concreto sobre esa mujer admirable que es Reina Luisa, a la que las turbas de castristas desenfrenados y movidos por lazos de servilismo, se encargan de hacerle imposible la vida allá en Banes, lejos de La Habana, donde reporteros y medios internacionales tienen dificultades para llegar. La cárcel en la que se ha convertido Cuba, con un aumento sin precedentes de la represión y la intimidación a los opositores y disidentes, para que no puedan salir a las calles en demanda de libertades y de mejores condiciones de vida, se prepara para cualquier conato de protesta.
El régimen castrista se encuentra sorprendido, y a la vez atemorizado, de la virulencia con la que caen los gobiernos tiránicos del norte de África y el Magreb. Fidel Castro culpó a Mubarack de los altercados en Egipto, en uno de esos espacios que todavía conserva para divulgar sus ideas. Mubarack para Castro era un mal gobernante, que tenía sometido a su pueblo. Daría cualquier cosa porque el pueblo de Cuba tuviera los márgenes de libertad y las condiciones de vida medias que existían en Egipto en tiempos de Mubarack. Y desde luego, el sueño de cualquier demócrata cubano no es situar a Cuba en la referencia de los regímenes tiránicos del norte de África, sino en el concierto de las naciones occidentales, liberales y democráticas, de las que nunca se debió separar.
Orlando Zapara murió en prisión por defender sus ideales. Su lucha es un mensaje claro para todos los que soñamos con una Cuba democrática sin los Castro. Un aniversario que no conviene olvidar, y que tenemos que mantener en la memoria para la futura democracia cubana en la que Zapata tendrá el papel y el reconocimiento que merece.
Desde estas páginas me solidarizo con él, con sus ideales y principios, con su valentía. Me solidarizo con su familia, en particular con su madre, Reina Luisa, una mujer valiente que está luchando contra la opresión del régimen más despiadado y cruel de América Latina. Y me solidarizo con todos los cubanos que día a día, en la Isla, y en cualquier parte del mundo, soñamos con un mundo mejor en paz y libertad, para Cuba y para todos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)